La sirena aventurera - Cristina Muñiz Martín




La Sirena, ávida de aventuras, nadó durante tres días en el mar embravecido hasta varar en una playa, donde, agotada por el esfuerzo, no tardó en quedarse dormida. Despertó con sensación de ahogo y, asustada, quiso volver al mar. Pero su cuerpo fatigado no respondía. Aterrada, con las pocas fuerzas que le quedaban, comenzó a cantar una melodía como solo saben cantar las sirenas para atraer a los hombres. No tardó en escucharla Antonio, un marinero cuya casa estaba situada a la orilla del mar. Al llegar a su lado esbozó una sonrisa y la miró con ojos ambiciosos. La cogió en brazos y la llevó a su casa donde lo esperaban su mujer y sus tres hijos. La colocaron sobre la mesa de la cocina y le acariciaron la cara y la cabeza para que su muerte fuera más dulce. Cuando la sirena dejó de respirar, por los ojos de la familia resbalaron lágrimas de pena y de alivio. La enterraron y cubrieron su tumba con flores. Después, prendieron una hoguera y poniendo sobre ella grandes hojas de plátano, asaron la cola que, aunque no resultó demasiado sabrosa, al menos consiguió apaciguar su hambre de meses.

Licencia de Creative Commons
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional.

No hay comentarios:

Publicar un comentario