Verano en el pueblo - Gloria Losada






Cuando era pequeña no me gustaba nada pasar los veranos en el pueblo de papá. Era tremendamente aburrido. No había nada de nada, solo viejos sentados a la fresca en las puertas de las casas dándole a la lengua, por no haber ni siquiera había playa, ni mar, y encima olía a vaca. Por eso en cuanto pude deje de ir, aunque para eso tuvieron que pasar muchos años,pues hasta que cumplí los diecisiete mis padres no me relegaron de semejante obligación.
Han pasado ya unos cuantos años más y este verano he vuelto al pueblo. Los abuelos ya no están. Permanece la casa cerrada que huele a desolación y un poco a una nostalgia que jamás pensé sentir, la panera que apenas se mantiene en pie y unos cuantos aperos de labranza guardados en el cobertizo, las azadas, algunas hoces y un viejo y oxidado arado. Aquella tarde mis aburridos veranos infantiles regresaron a mi memoria y sorprendentemente me mostraron su cara amable, la que yo no entendía, la que no supe ver. Me senté sobre la hierba y aspiré el aroma de la tierra y de las gotas de rocío. Entonces me dio igual que no hubiera playa, ni mar, ni que el ligero y ocasional olor del ganado impregnara el aire. No sé qué me ha hecho cambiar, pero este verano me quedaré en el pueblo y disfrutaré de las cosas buenas de la vida, sobre todo de esas conversaciones todas las noches, sentada a la fresca con los vecinos, en la puerta de las casas.


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