Vueltas
y más vueltas en la cama, sudor. Despojarme de mantas. Nuevamente
otra postura. Me apetece hacer el pino poner mis piernas en alto y mi
cabeza que se quede al revés.
El
tic-tac del despertador taladra mis tímpanos… ¿y ese ruido?
¿Puede atravesar las paredes el sonido del vecino al evacuar sus
aguas residuales? Me temo que sí. La cisterna aún se oye más
fuerte. Más vueltas, atravesarme en la cama, enciendo la luz, las
cuatro de la mañana. ¿qué ha pasado? Ese maldito café con hielo
debió ser la razón.
Intento
relajarme, pensar en cosas bonitas, eso a veces funciona, nada de
preocupaciones aunque las haya… relax. Un día soleado, un prado
verde donde al tumbarme veo las nubes pasar, nubes con formas
diversas… ¿Un corazón? Esa forma hace que me desconcentre… ¡Ay,
el amor! Ahí llega ese loco pensamiento que deja de ser pensamiento
para ser un sentimiento. Se escapa un suspiro. “¿Suspiráis
Ofelia? No es el momento de forjarte falsas hipótesis, Hamlet te
ama, aunque no lo demuestre, paciencia.
Otra
vuelta más, ya estamos haciendo que la imaginación trabaje, aunque
sean pequeñas ideas… Finalmente me levanto a las siete de la
mañana sin haber pegado ojo, ¡maldito café!
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