Me
embargó la emoción cuando me dio la sortija. La llevaba esperando
tanto tiempo que no supe qué decir. Las lágrimas hablaron por mí.
Era un llanto incontrolado, cargado de emoción y nostalgia. Mi
hermana me abrazó como cuando éramos pequeñas. Por fin, tras
cuatro años de silencios y rencores el anillo de mamá lucía en mi
dedo corazón como una estrella.
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