En defensa propia - Gloria Losada

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Salía de la cocina, dónde acababa de poner una cafetera al fuego, cuando lo vi en el salón, cuchillo en mano. No me había dado cuenta de su entrada y el pánico me invadió, paralizándome. Oí sus ruidos revolviendo todo, buscando algo que no iba a encontrar. Yo no tenía dinero en casa, ni joyas, ni nada de valor salvo la televisión y mi portátil. Me acurruqué en una esquina a sabiendas que si me encontraba no lo iba a pasar muy bien. De pronto el sonido del café subiendo en la cafetera me aceleró el corazón todavía más de lo que ya estaba. Sin duda atraería su atención. Me levanté despacio y allí estaba el ladrón, frente a mí. Entonces actué con rapidez, cogí la cafetera y le arroje el café caliente a su cara, tapada por un pasamontañas. Se lo quitó en un acto reflejo.
    -¿Pero qué haces, cariño? – escuché la voz de mi novio - ¿No te dije que esta tarde iba a ensayar mi nueva obra de teatro?
 Puede que me lo haya dicho, últimamente se me olvidan las cosas. Menos mal que se quitó el pasamontañas con rapidez. Me he hartado de pedirle perdón y de decirle que fue en defensa propia, pero no lo veo yo muy convencido.







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