Salía
de la cocina, dónde acababa de poner una cafetera
al fuego, cuando lo vi en el salón, cuchillo en mano. No me había
dado cuenta de su entrada y el pánico me invadió, paralizándome.
Oí sus ruidos revolviendo todo, buscando algo que no iba a
encontrar. Yo no tenía dinero en casa, ni joyas, ni nada de valor
salvo la televisión y mi portátil. Me acurruqué en una esquina a
sabiendas que si me encontraba no lo iba a pasar muy bien. De pronto
el sonido del café subiendo en la cafetera me aceleró el corazón
todavía más de lo que ya estaba. Sin duda atraería su atención.
Me levanté despacio y allí estaba el ladrón,
frente a mí. Entonces actué con rapidez, cogí la cafetera y le
arroje el café caliente a su cara, tapada por un pasamontañas. Se
lo quitó en un acto reflejo.
-¿Pero
qué haces, cariño? – escuché la voz de mi novio - ¿No te dije
que esta tarde iba a ensayar mi nueva obra de teatro?
Puede
que me lo haya dicho, últimamente se me olvidan las cosas. Menos mal
que se quitó el pasamontañas con rapidez. Me he hartado de pedirle
perdón y de decirle que fue en defensa propia, pero no lo veo yo muy
convencido.
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional.
No hay comentarios:
Publicar un comentario