La revancha al sillón - Marian Muñoz


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Apenas disfrutó dos años su jubilación, si es que a eso se puede llamar disfrutar. A partir de los cincuenta había iniciado un tonteo con el sillón orejero, su jornada laboral exigía gran esfuerzo físico y al aumentar la edad se agotaba más. De aquella eran los fines de semana cuando los pasaba sentado en aquel sillón recién comprado, al principio lo cuidaba con mimo para que durara muchos años, pero según pasaron las semanas, las manchas de comida no le molestaban, ni siquiera las gotas de cerveza bien fresquita que caían sobre él al abrir el bote.
Teresa, su mujer, dejó de llamarle la atención sobre su pasividad en la vida, lo único que hacían juntos era la compra semanal en el supermercado, el resto del tiempo sabía dónde encontrarle, tumbado con los pies en alto y con patatas fritas, palomitas, pipas, o algo de beber sobre la mesita auxiliar. Sus monsergas sobre ejercicio, vida sana o relacionarse con gente no valieron para nada, el seguía abducido por su gastado sillón frente al televisor, hasta que un día un infarto lo llevó al cementerio.
A pesar de estar acostumbrada a valerse por sí misma durante casi toda la jornada diaria, la compañía de su Mariano la echaba mucho en falta. Las mañanas siempre había estado ocupada entre las tareas hogareñas, la compra menuda o sus clases de yoga, Pilates, macramé o idiomas, no le dejaban oportunidad para el aburrimiento, pero las tardes eran otra cosa ya que sus amigas solían pasear o caminar con sus maridos y no se encontraba a gusto al añorar a su compañero durante tantos años.
Su hijo y su familia iban a comer con ella los domingos, estaban pendientes a través del teléfono, en vacaciones escolares Toñin, su nieto, disfrutaba la jornada en su compañía, un niño inquieto pero cariñoso y espabilado para su edad, y eso que no era amor de abuela. Esa soledad de viuda la fue sobrellevando sin darse cuenta, hasta que después de dos años, su hijo por navidades le hizo un regalo muy especial.
  • ¡Toma mamá tu regalo de Reyes!
  • ¿Qué es esto hijo?
  • Un asistente de voz, se llama Hilary, y puedes hablarle y pedirle que te conecte algún aparato.
  • De Hilary nada, prefiero Hilaria, es más familiar.
  • ¡Vale mamá! (respondió su hijo con una mueca en su cara) ella está conectada a la televisión, la radio, la nevera, el microondas, el teléfono, las persianas del salón, el horno, en fin, a todos los aparatos electrónicos de esta casa y en cuanto tú le pidas que conecte alguno, lo hará. También puedes tener una conversación pequeña con ella, ya verás, ¡prueba!
Teresa hubiera preferido tener la conversación con su hijo o su nieto, o incluso con la sosaina de su nuera, pero con aquel regalo ellos desaparecieron de su vida y se encontró tan sola que empezó a hablar en alto sin esperar respuesta.
Hilaria apenas respondía un “buenos días”,” igualmente” o “hasta luego”, sus expresiones aún no estaban programadas pero las ordenes las cumplía rápidamente. Pronto la viuda se habituó a su nueva situación, teniendo una oyente tan discreta y fiel, comenzó a narrarle su vida. Antes de casarse con su Mariano había viajado al extranjero, era una mujer activa y dinámica que gustaba de conocer, aprender y tener nuevas experiencias. Recordaba aquel viaje a Italia donde casi se cae a la Fontana di Trevi y un guapo alemán la salvó de un seguro chapuzón, o las jornadas de esquí en los Alpes donde en plena pista roja se tropezó con su vecina del tercero ¡casualidades de la vida! Aquellas remembranzas fueron reviviendo a Teresa y no había día que no contara alguna batallita a su asistente de voz. Hilaria apenas respondía, hasta un día en que comenzó a mantener una conversación, primero sencilla con monosílabos y tiempo más tarde como si de una humana se tratara. No se dio cuenta en absoluto porque el cambio fue tan gradual que lo vio normal, como si fueran amigas de toda la vida.
Tan animada estaba que se apuntó a un viaje del Imserso con su asistente Hilaria, porque eran inseparables. Quiso la fortuna que en el mismo hotel se alojara un joven danés de vacaciones con el que enseguida congenió y en las fiestas nocturnas del hotel la acompañaba en los bailes. Los sesenta de Teresa y los treinta y cinco de Olsen no fueron obstáculo para una bonita amistad. Cuando terminó la estancia compartieron teléfonos despidiéndose sin la idea de volverse a ver, al menos por parte de ella, ya que a pesar de la simpatía del muchacho y su buen español, lo veía más como a un nieto que como pareja.
La relación con Hilaria fue creciendo, le contaba su día a día, sus pensamientos más íntimos, la añoranza de su familia que la tenía en el olvido, aunque alguna vez Toñin se escapaba a la salida del cole para hacerle una visita y alegrarle ese día. Una rutina de viuda muy bien establecida salvo por los wasap que intercambiaba con el muchacho danés. Lo que se inició como una limpia amistad fue, sin darse cuenta, una relación romántica iniciada por él, a pesar de las objeciones que ella puso al principio y que fueron desmoronándose según pasaban los días. Un fin de semana al mes lo pasaba en un balneario cercano, donde se encontraban, muy discretos al principio tonteaban y más tarde comprendieron que se amaban. Era sobradamente consciente del escándalo que podía crearse si su familia o sus amigos se enteraban, pero poco a poco el amor fue venciendo y decidió retomar de nuevo su vida, dejar de ser una triste y solitaria viuda a ser feliz en pareja. Pero había una reticencia hacia él que aún no terminaba de resolver, todo parecía muy bonito y ella siempre había sido muy realista. Olsen conocía muchos detalles de su vida que no recordaba haberle contado, así que un día se armó de valor y le preguntó quien le había chivado su vida o quien había husmeado en su pasado, así fue como el muchacho no tuvo más remedio que decirle la verdad.
Era uno de los creadores de Hilary, y como tal estaba entre sus funciones escuchar conversaciones privadas de sus clientes con el asistente personal, sólo para progresar en la programación del aparato y ser más útil a quien lo comprara. Así fue como escuchando las charlas que tenía Teresa con Hilaria se enamoró, a través del sonido desconocía la edad pero sus relatos demostraban una simpatía arrolladora, sus aventuras le engancharon de tal manera que se atrevió a presentarse en aquel hotel de Alicante. Luego su personalidad, su espíritu libre y ganas de vivir le resultaron tan contagiosas que no pudo evitar enamorarse como un colegial.
Al principio ella se indignó, pero pudieron más los sentimientos y tras una invitación a un viaje a Londres, luego a Duwait, Kilimanjaro o la Isla de Pascua, Teresa se dio cuenta que aún tenía mucho mundo que recorrer y que era el momento adecuado con el hombre adecuado. Un 23 de septiembre recibió una llamada al teléfono móvil en la que su hijo la felicitaba por su cumpleaños.
  • Felicidades mamá, ¿Qué tal estas? ¿Dónde te encuentras? He estado llamando a casa y me sale un mensaje de que el teléfono ya no existe.
  • Gracias cariño, que atento eres. Sí tienes razón, he dado de baja el teléfono fijo, porque uso más el móvil, y estoy en París.
  • ¿En Paris y con quien te has ido?
  • Con Hilaria por supuesto, la mejor compañía que me pudiste encontrar.
  • Mamá, Hilaria es un robot, no hace compañía sólo ejecuta ordenes.
  • ¡Ay que tonto eres! No estás a la última, estamos subiendo en el ascensor de la Torre Eiffel, vamos al restaurante a desayunar con champán, para celebrar que me acabo de casar.
  • ¡Mamaaa, que dices! ¿Te has vuelto loca? ¿Con quién te has casado?
  • Me he casado con Olsen, el creador de Hilary, es un amor de hombre y nos queremos mucho. No te preocupes por el piso de tu padre, lo he puesto a nombre de Toñin para que tenga un recuerdo de su abuela, los recibos de luz, comunidad, agua y gas, e impuestos, los he domiciliado en tu cuenta hasta que él se pueda hacer cargo y pagarlos. Me voy a vivir a Rumjavick, un pueblecito cerca de Copenhague, en una granja con muchos perros y caballos, dile a tu hijo que cuando quiera venga a visitarme, estaré muy contenta de recibirle e incluso si quiere hacer un Erasmus por allí, le buscaré alojamiento.
  • ¡Pero mamá!
  • Adiós cariño, te llamo en unas semanas que estamos de luna de miel.
Teresa fue la única abuela que acudió a la graduación de su nieto grabándolo todo con un dron. La edad de su pasaporte no se corresponde con su presencia ni con su espíritu, no podrá darle hijos a Olsen pero han creado una ONG de ayuda a la infancia, los dos están muy ocupados con sus trabajos, sus viajes y sus vidas, y ella nunca se separa de Hilaria, su fiel y cotilla amiga.







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