Querido papá - Pilar Murillo




Querido Papá:
No quiero molestarte en tu descanso eterno, y ya sabes que hace tiempo que no te hablo. No estoy enfadada, créeme, es sólo que hace un tiempo, pasé mucho miedo, aunque de éste tema, te hablaré más tarde.
Mira papá, resulta que hice muchas cosas desde que te has ido. Según fui creciendo me fueron gustando mucho los libros. Aprendí a leer más tarde que los demás, pero los demás no leen ya y yo no dejé de hacerlo. A los doce años descubrí que me gustaba el teatro, que quería ser actriz, mamá me echaba broncas por eso y por aislarme en mi habitación a leer y a escribir. ¿Tú qué habrías hecho? ¿Me habrías dejado o me habrías castigado? Hace ya tantos años que nos faltas… Pero aún sigues siendo el padre idealizado, el que no tiene defectos, quizás porque los pocos recuerdos que tengo sobre ti se quedaron estancados en mis cuatro años, cuando para una niñita, su padre es su Dios, y así fuiste por siempre, hasta llegar a mi juventud. No estabas, pero yo hablaba contigo, menos mal que nunca me has contestado, porque el susto sería inmenso.
Ahora no es que te haya olvidado, pero empiezo a tener respeto a los muertos desde aquellas veces que sentí realmente tu presencia, Como sintió Hamlet la presencia de su padre, pero como te digo, gracias por no hablarme, ya me lo contaras todo cuando llegue el fin de mis días.
Hablando de esa gran obsesión mía, “el teatro” estoy tan orgullosa de que hayas nacido y criado en Zalamea de la Serena, donde todos los años se representa “el alcalde de Zalamea”, cuentan que Calderón de la barca se inspiró en un hecho verídico que ocurrió precisamente en tu pueblo.
Esta manera de pensar en ti, tan infantil, me hace creer que cuando se pierde a un padre se deja de crecer en algunos aspectos. Y cuando digo perder, no me refiero a perderlo en el parque de atracciones repleto de gente… Evidentemente, lo que quiero decir es que se muera y no lo vuelva a ver más.
Te lo digo en serio papá, he llegado a tener envidia cuando era pequeña y escuchaba a mis amigas que su padre le había arreado una torta, yo deseaba que mi padre me hubiese pegado por mi mal comportamiento, claro que es fuerte lo que digo, en esta época, no se puede dar tortas a los niños. Yo soy de la época en que las madres o padres (más las madres, la verdad) te sacaban debajo de la cama con el mango de la escoba como si fueses un grillo, o te lanzaba la zapatilla, tu cerrabas la puerta para que no te tocase y aquella zapatilla tenía radar, entraba y te tocaba. Yo sé Papá que si hubieses estado en esos años, ni me habrías tocado, sé que sólo mirabas por conseguir cosas buenas para nosotros, ¿Por qué tenías que irte tan pronto?
Hace tanto que no hablo contigo… No porque te haya olvidado, eso nunca va a ocurrir, ya no hablo por no molestar, por dejarte descansar en paz, lo que hago es mirar tu fotografía y pensar que te perdí en aquél otoño y que ahora apenas te recuerdo, si no fuese por tus fotografías.
Me llegan imágenes borrosas de ti con mi hermano y conmigo, como en una película antigua. Un padre es protector, debe procurar alimentos y ropa a sus hijos, enseñarle buenos valores. Todo el mundo dice de ti que eras un buen hombre, mis pequeños recuerdos me dicen que también eras un buen padre; pero papá ¿qué hubiese sido de nuestras vidas si tú siguieses entre nosotros? Hablaríamos alemán y un mal castellano? ¿Me habrías dejado estudiar teatro?
Y lo que es más importante, ¿por vivir en Alemania, no veríamos tan cruda la crisis europea.?
Bueno, papá, sigue reposando. Todo va bien, como sabes, y si no va bien, no debemos quejarnos. Aquí estamos de paso, y de paso te digo que te quiero y te querré eternamente. Hasta pronto, padre.





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