Llegaba hambriento del trabajo,
abrió la nevera y la encontró vacía, se había olvidado hacer la compra, y a
esas horas estaban todas las tiendas cerradas.
Se encontraba demasiado cansado para salir a comer algo en un bar.
Volvió a mirar y ¡Albricias!
Había una lata de cerveza, su
salvación, le llenaría el estómago y aguantaría hasta el día siguiente. La sacó de la nevera, la abrió y buscó en el
armario una vaso, no, mejor una jarra,
en su imaginación ya iba saboreando aquel preciado líquido, pero no encontró ni
un mísero vaso, todos estaban en el fregadero sin lavar, casi la totalidad de
su escasa vajilla de cocina se encontraba allí apilada.
No podía ser verdad, sabía que
era un desastre con las labores de la casa, pero hoy no, necesitaba beber algo,
y de la lata de cerveza no lo podía
hacer porque estaba oxidada.
Como loco empezó a buscar en
todas las estanterías, y por fin lo encontró, un plato, bueno algo es algo, lo malo es que era un plato del juego de café, que además de
ser pequeño era llano. No me importa,
pensó, volcaré la cerveza poco a
poco, así me durará más, y no me emborracharé, y cuando acabe, lavaré toda la
cacharrería del fregadero.
n ¡Ingenuo!
Sorbito a sorbito se la tomó,
tragando más aire que cerveza, por lo que se mareó, vomitando lo que había
bebido, tan indispuesto se puso, que terminó en la cama durmiendo como un lirón
hasta la siguiente mañana.
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional.
No hay comentarios:
Publicar un comentario