Siempre fui una esclava - Gloria Losada




                                       




Siempre me trató como una esclava el muy cabrón. Siempre. Desde el primer día que pusimos pie en esta casa. Quién lo diría, con lo galante y romántico que se mostraba cuando éramos novios... todo fachada. En cuanto pasamos por la vicaría, hala, se acabaron los detalles y las buenas palabras, en casa, a trabajar, siempre con el estropajo en la mano, friega que te friega, porque esa era su obsesión, tenerlo todo como los chorros del oro, que no digo yo que estuviera mal, a nadie le gusta vivir en medio de la porquería, pero ni tanto ni tan poco. Y ya no digamos cuando vinieron los hijos, cinco, uno detrás de otro, que parecía yo una coneja. Y venga, a lavar pañales, a poner biberones... para que luego salieran todos unos desagradecidos como su padre, que nunca echaron una mano en casa para nada. Vivían como si estuvieran en una pensión los muy ladinos Que vida más perra. Pero como dice el refrán a todo puerco le llega su San Martín. Tanta borrachera, tantas noches fuera de casa calentando la cama de a saber qué mujeres de mala vida, tantas comilonas, le acabaron pasando factura y ahí está, en la caja, pasado ya a mejor vida, o a peor, porque si tienen razón esos que dicen que uno se reencarna, él ahora mismo debe de ser una cucaracha. Pero bueno, por fin se acabó todo. Ya estoy deseando que cierren el tanatorio y poder dejar de derramar estas falsas lágrimas. Voy a llegar a casa, relajarme en el sofá, servirme una copita de chinchón y planificar mi excursión a Benidorm con el club de jubilados. A ver si allí encuentro a alguien que me de una alegría al cuerpo. Me ha llegado la hora de vivir, y la voy a aprovechar, vaya que sí.





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