Desde niña me han gustado los dibujos animados del Correcaminos,
rápido y veloz como un rayo, pero con una gran inteligencia para
adelantarse a las trampas que el coyote le preparaba.
Daba pena contemplar como acababa cayendo al suelo desde un alto
acantilado el pobre coyote, o metido en un agujero profundo en la
tierra por haberle explotado el ingenio que minutos antes había
preparado, y que con su habitual rapidez el Correcaminos le había
chafado.
Algo así existe también entre los seres humanos, algunos son
auténticos rayos en el desfalco de sus congéneres, poniendo tierra
de por medio en cuanto les pillan infraganti.
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