Deje su imaginación en casa y vuele - Pilar Murillo


                                       


Estoy enamorada de mi ciudad. Me encanta a pesar de sus defectos. Paseo por sus calles, su casco antiguo y me maravillo cada día más. A pesar de este amor o admiración, en mi trayecto de regreso a casa, siempre me paro a observar el escaparate de una agencia de viajes y miro sus ofertas. No sé por qué lo hago, quizás porque siempre me gustó soñar despierta… Venecia no parece ser mal lugar… hasta que veo el precio, entonces recuerdo que ya no estoy enamorada, y pasear en góndola por sus canales, con un gondolero reumático debe de ser muy triste, además intuyo que Venecia sin ti tendrá olor a alcantarilla. Miro ahora el cartel de la oferta a Londres. Sí, Londres está muy cerca, todo el mundo viaja a allí últimamente, tanto es así, que me han dicho que aunque no sepas hablar inglés da igual; porque te vas a encontrar españoles en cada esquina. ¡ups! Ya vi el precio. A mí ésa ciudad me da miedo, más que ninguna otra, debe de ser que las novelas de Agatha Cristie hicieron mella en mí. ¡Londres, descartado!. Y de pronto veo otra oferta a Los Ángeles, California…, me dejo llevar por mi imaginación más allá del charco y en otra época, donde Hollywood me enseñó el reflejo de unas vidas distorsionadas. Soy muy ñoña, lo sé y muy clásica porque me gustan esas películas de los años cuarenta, cuando el protagonista es Cary Grant; vuelvo a la realidad al posarse mis ojos sobre el coste del viajecito. He valorado demasiado esta ciudad por la meca del cine; pero los Ángeles ya no es lo que era, está viejo y sucio, no me interesa ni las playas de Santa Mónica.
Mientras sigo mirando el escaparate, de pronto, me llega el sonido de un acordeón al tiempo que veo en otro papel ofertando un vuelo a Paris, para dos personas, 500 euros, ocho días, con hotel incluido. ¿Soy empalagosa porque me gustan las canciones en francés?
Viajar a Paris. Esa ciudad conocida también como ciudad de las luces, ¿quién puede dormir con la luz encendida? Ver arder Paris pero sólo sobre el fuego de tu espalda y que arda conmigo dentro. (algo así, dice Ana Belén en una canción)Esta ciudad es más de pasión que de amor y aunque los dos conceptos deben ir de la mano (pues no entiendo un amor sin pasión), la pasión va por libre en ocasiones y no siempre va ligada a lo que entendemos por amor, por ejemplo; un beso puede ser apasionado sin falta de amar, basta con que exista el deseo para liarnos a besos, y digo yo, esto de los besos con lengua ha debido inventarse en Paris, ya que antaño los describían como besos franceses. La verdad es que no me imagino a nadie en Burgos, inventando este tipo de beso, por mucho que nieve en invierno y se esté al pie de una chimenea, son muy secos los castellanos… Tuvo que ser en Paris donde surgieron esas muestras de cariño, y seguro que algún estudiante de arte fue el precursor de tal práctica. Una explosión de pasión con su musa.
Hablando de artistas y de arte, del séptimo arte más concretamente. Si los hermanos Lumiére levantasen la cabeza…, fliparían en colores y con sonido. Ellos no eran parisinos, pero su primera filmación después de haber inventado el cinematógrafo, la expusieron en un café de la capital de Francia. Ellos, creyendo que no servía para nada su invento, pero años después pudimos ver historias de amor que transcurren por las calles de Paris con la Torre Eiffel de testigo. Por ejemplo “Irma la dulce”, es una comedia de amor protagonizada por Jack Lemmon y Shirley Maclayne. En principio era deseo, aunque se acaban enamorando. Una década después Marlón Brandom y el director de “El último tango en Paris” sorprenden al mundo con una película donde ya no deja al espectador que se imagine la pasión, la muestra en la más pura desnudez. Bueno, quizás “pura” no sea la palabra más adecuada.
Dejo con pena el escaparate de la agencia de viajes. No tengo la ocasión de tener una aventura pasional en la ciudad bohemia, pero el dato más importante es que estando en paro tampoco puedo permitirme más que estos ratos para soñar despierta, porque no es malo imaginar y a una se le alegra la cara por unos instantes y dicen que una sonrisa sana el alma. Me gusta mi ciudad, ¿Para qué me voy a ir de ella? Si quiero navegar no hay canales, pero hay una ría muy bonita que en ocasiones también huele a alcantarilla. Tenemos playas y surfistas como en California, actores de Hollywood que han pasado por aquí, como el Brad Pitt, pero lo más autentico es que en mi ciudad sin falta de ir a Paris encontré alguna vez el deseo, la pasión y el amor. Estaban jugando al escondite, de esto hace ya muchos años, tantos que ya ni siquiera lo recuerdo. El caso es que una persona ociosa tiene tanto tiempo libre que la imaginación es desbordante, en mi caso puedo viajar por el mundo sin gastar un euro y sin moverme de mi ciudad habitual. Ya se encarga IBERIA de mandarme correos come éste: “Deje su imaginación en casa y vuele” ojalá pudiese permitirmelo.


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