Las vacaciones perfectas - Rufino García



  Estaba harto del tamborilero, de los putos peces que beben en el río y del 25 de diciembre, fun, fun, fun. El último día de trabajo antes de las vacaciones, al pasar frente a una agencia de viajes, un anuncio llamó poderosamente mi atención: “Disfruta esta Navidad en la playa”. Era una oferta que me podía permitir y no lo dudé un momento.

Fue un viaje pesado, pero en cuanto llegue al hotel y vi la paradisíaca playa desde la terraza de mi habitación, supe que iba a ser el dinero mejor invertido de todo el año. Decidí bajar primero a tomar una copa a la piscina del hotel y otear el panorama. Era un lugar idílico. Estaba apurando mi cuarto cóctel cuando vi a unos músicos subir al escenario lateral de la piscina dispuestos a dar un concierto y justo al lado, caminando hacia la barra del bar donde yo estaba, apareció una diosa hecha mujer que se sentó en el otro extremo.

Le pedí el quinto cóctel al camarero y le pregunté por ella. “Solo sé que se llama Belén y que no tiene pareja, al menos en el hotel no” me respondió. “Ponle lo que suela tomar, pago yo” le dije. Mientras el camarero le servía el cóctel y apuntaba con el dedo hacia mí, ella me miró y sonrió. Avancé despacio pero decidido, saboreando el momento. La situación era mágica. La orquesta empezó a tocar…
Hacia Belén va una burra rin rin yo me remendababa…”
Quedé paralizado, el cóctel se deslizó de mi mano haciéndose añicos contra el suelo y ella se cayó de la silla del ataque de risa.

Y aquí sigo, en la recepción del hotel, esperando a que vuelva del hospital. No parecía ser muy grave salvo los cortes.



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