El
camino era largo, pero él apretaba los dientes y no desfallecía.
Había tramos fáciles, pero la mayoría de las veces todo se le
hacía cuesta arriba. Caminar tanto le había enseñado, que para
sortear las dificultades unas veces tenía que inclinarse hacia la
derecha y otras hacia la izquierda. Era como manejar el timón de una
embarcación.
Aunque
era muy educado, internamente, despreciaba a los que veía
plácidamente sentados a la vera del camino y no hacían nada por
descubrir nuevos horizontes. Como aquella pareja que le observaba al
fondo, había visto tantos así….
Mientras
tanto la pareja comentaba:
-¿Se
lo decimos?
-
No, aún no está preparado. Cada vez que pasa a nuestro lado, nos
saluda sin reconocernos.
-
Ya, creo que va a ser mucho más duro para él de lo que fue para
nosotros, enterarse de que vivimos en una puta cinta de Moebius.
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