Alrededor del pesebre
donde le daba de comer al burro los restos de su comida, comenzaron a
nacer unas flores desconocidas, que rápidamente se extendieron por
todo el prado, dejándolo sin pasto. Aniceto, se rascaba la cabeza
despistado, sin entender nada, pero como siempre había oído decir a
su madre que no se había hecho la miel para la boca del asno,
entendió que las flores tampoco. Llevó al burro al otro prado y
pasó lo mismo. Como ya no tenía más tierras las fue pidiendo
prestadas a sus vecinos. Pero allí donde pastaba el burro, la
hierba era reemplazada por flores. La gente del pueblo acabó
recurriendo al alcalde, que a tenor de los graves acontecimientos,
desterró a Aniceto y a su burro. Los dos inseparables compañeros
viajaron de pueblo en pueblo, dejando tras de sí un rastro
inconfundible, por lo que acabaron siendo perseguidos por los
aldeanos. Desde la capital enviaron técnicos para recoger muestras
y estudiar el caso. El resultado fue que las flores eran orquídeas
de la clase Rothschild’s
Slipper, en peligro de extinción y, por lo tanto, las más caras del
mundo. En cuanto se supo la noticia, a los pueblos de la comarca
acudieron en masa políticos de todo color y condición, empresarios,
especuladores y demás amantes del pesebre público. Las orquídeas
eran recogidas para la venta y al día siguiente los prados amanecían
nuevamente cuajados de las preciadas flores. Todo el mundo estaba
contento y los alcaldes, hicieron una fiesta en sus respectivos
pueblos para celebrar que los vecinos se llevarían el diez por
ciento de las ganancias, dinero que nunca hubieran conseguido con su
actividad agraria y ganadera. Mientras tanto, Aniceto, ajeno al
descubrimiento, viajaba de noche evitando casas y aldeas y se
ocultaba de día. Estaba cansado de luchar con su burro para impedir
que pastara y añoraba su casa y su pueblo, así que tras dar muchas
vueltas a la cabeza, se armó de valor y mató al burro que le había
traído la desgracia. En cuanto la sangre del animal se deslizó
sobre la tierra, las orquídeas murieron y con ellas el dinero, el
engaño y la codicia. Pero es bien sabido que la sangre aviva el
odio. Aniceto fue apresado, juzgado y encarcelado, por atentar
gravemente contra el bienestar público.
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