En la playa de Salinas hay un
misterio sin resolver: los granos de arena están desapareciendo y
nadie sabe a dónde van a parar.
La administración dice que
la culpa es del Cantábrico, que últimamente está encabritado ,
empeñado en tocar las narices. Los vecinos no quieren sabes de quién
es la culpa; lo único que quieren es arena y por ello no paran de
realizar protestas.
Los geólogos les dan la
razón y dicen que la arena se puede sacar dragando la ría, pero el
Ministerio piensa que es mejor sacarla de los fondos marinos. Los
ingenieros dicen que lo mejor es clavar en el fondo pilones de más
de seis metros para que la arena se agarre a ellos cuando los empuje
la mar. Pero los oceanógrafos dicen “Cuidado cuidado, que hay que
tener en cuenta los ciclos naturales”
Y la arena viendo que todo el
asunto está como un volcán a punto de explotar, pero sin que nadie
ponga solución, huye como alma que lleva el diablo dejando las rocas
a la vista de todos, mientras grita tan alto como puede “Si
prometéis tratarnos mejor, nos quedamos”. Pero los granos de arena
son tan diminutos que sus voces débiles no llegan, entre tanto
jaleo, hasta los oídos de los hombres.
– ¡Van a enterarse! –-dicen las rocas, incómodas por quedar al aire y por la mala cara que les pone la gente – ¡Van a enterarse esos estúpidos cuando llegue el verano! –repiten.
Y Lo peor es que andan
pensando también en escapar de allí, por miedo a que cualquier día
les caiga el paseo encima por causa de la mar, que cada día está
más cabreada y dispuesta a hacerse cargo del asunto.
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