Al
atardecer miraba con cariño al sol que en su ocaso dejaba colores
rojizos en el cielo, más la quietud del viento presagiaba malos
augurios.
Las
ovejas descansaban en el redil, había puesto comida y bebida a los
perros y encendido tres hogueras alrededor del recinto, se adivinaba
una noche larga, al haber visto asomar entre los arbustos a un lobo,
pero no uno cualquiera, sino al jefe de la manada. Se conocían
desde hace tiempo, habían mantenido varias batallas y hasta el
momento era Pablo quien las ganaba, más esa noche no las tenía
todas consigo.
--
Estoy
deseoso de volver al pueblo, poder dormir en mi catre al calor de la
paja y ver a mi querida Petra, su sólo pensamiento ya me regocija y
aplaca mis temores, ¡vaya cosa que es el amor! En una semana nos
casaremos y por fin, podré yacer con ella en una cama de verdad.
Pablo
era el cuarto de cinco hermanos y la casa de sus padres era pequeña,
tanto que los dos últimos debían dormir en el pajar con los
animales. Los tres mayores compartían cama y cuarto, pero no
estaban mucho más cómodos que él. Se ganaba su sustento como
pastor, el mejor de los alrededores porque sabía discernir el pasto
para las ovejas, cabras o vacas, y tras una jornada en la montaña,
daban una leche excelente.
-- Mi
Petra será una excelente esposa, tiene buenos pechos y anchas
caderas, no tendrá problemas para alumbrar a nuestra prole, porque
tengo pensado tener siete u ocho hijos, me ayudarán en el cuidado de
los animales. Pena me da la Puri, con la que he yacido en varias
ocasiones, y sí da gusto un revolcón con ella, pero como dice
Sancho, está seca, porque mi hermano tiene prohibido asomar por
Lomas al haber dejado preñadas unas cuantas mozas, y con la Puri, sé
que ha estado más veces que yo, y aún no tiene panza. ¡Mira que
llamarla Puri! A quien se le ocurriría.
Sentado
Pablo en una lastra, observaba cualquier sonido o sombra fuera de
lugar, de vez en cuando echaba un ojo a las tres lumbres comprobando
que no se habían apagado. Sabía de sobra que el fuego espantaba a
los animales, tres raposos se habían acercado a olisquear y
enseguida se largaron, pero el lobo era animal armado de gran
paciencia, sabía esperar el momento adecuado para atacar, y la
manada había crecido esta primavera, eran seis ejemplares de buen
tamaño y la osadía de su líder envalentonaba a todos.
-- Cuando
despose a Petra no me faltará de nada, viviremos en casa de sus
padres, ya que ella tiene su propia estancia, con cama de verdad,
como me emociono al pensar en ello. Nosotros dos solos, en un
cuarto, sé que la haré muy feliz, lo seremos, y cuando lleguen los
niños todos me respetarán aún más. Mis hermanos dejarán de
burlarse y tendrán que inclinarse ante mí por ser el yerno del
Regidor.
La
muela comenzó a dolerle, buscó en el zurrón un poco de hierbaluisa
que su madre le había dado por si le dolía, aunque le reconvino que
tomara poca pues le produciría sueño y no le convenía. Al
masticarla comenzó a notar algo de somnolencia, se la sacudió dando
un paseo observando las ovejas y comprobando el estado de los perros,
algo intranquilos, notaban que el lobo estaba al acecho. La noche
parecía en calma y la luna llena más grande que de costumbre, algún
fenómeno extraño que no alcanzaba a comprender, pero que había
contemplado en otras ocasiones.
-- Esta
luna de hoy alumbra demasiado el paraje, los lobos lo tendrán fácil
si quieren atacarme, pero mi cayado y la cimitarra les darán su
merecido si asoman por aquí. No me pienso achicar si creen que por
ser más que yo van a poder conmigo, mi astucia gana a cualquier
salvaje, por avezado que esté a cazar.
Pablo
se sentó de nuevo encima de la lastra mientras vigilaba los
alrededores. El cansancio del día comenzaba a hacer mella y la
hierbaluisa no ayudaba precisamente a estar despierto. Tenía mucha
experiencia como pastor, sabía observar la naturaleza y los
animales, obteniendo de dicha observación cual camino o montaña
elegir para alimentarles bien y obtener de ellos los mejores
productos, bien leche y sus derivados, bien la carne que adquiría un
sabor especial tras masticar aquellos pastos. Por ello se había
hecho famoso, pero el escaso contacto con las personas le impidió
prever que su hermano Sancho envidiaba su suerte, hacía tiempo que
deseaba poseer a Petra, y el que Pablo tuviera la fortuna de ser
correspondido, no le dejaba descansar de día ni de noche.
Finalmente
el sueño venció a Pablo, Sancho con mucho sigilo se acercó por la
espalda, golpeándole la cabeza con una gran piedra, hasta partirle
la crisma, igual que antaño hiciera Caín a Abel. Arrastró su
cuerpo hasta el barranco y lo tiró, muerto o vivo, le daba igual, al
fin se había deshecho de su molesto hermano. Más no contaba Sancho
con la fiereza de los lobos, al salir del resguardado recinto se
echaron encima sin opción a defenderse, los animales vengaron la
muerte de Pablo, no necesitaron ya ovejas para llenar sus estómagos,
el cruel hermano fue suficiente sustento para toda la manada.
Otro
pastor fue el que dio la voz de alarma al encontrar las ovejas
encerradas en el redil, los perros vagando sin control, restos
humanos devorados por las alimañas supusieron que eran de Pedro. La
desconsolada Petra lloró la desaparición de su amado, pero
enseguida se consoló con el amor de otro hermano. Ya es sabido que
el muerto al hoyo y el vivo al bollo.
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