Íbamos
todos como una piña, bien juntitos, pegados a Juan para no tropezar
y caer, ya que el haz de luz de la linterna iba lentamente
menguando. Menos mal que por precaución siempre la llevaba, y
puesto que el anochecer nos había pillado en aquel bosque, algo
alejados del autobús en el que habíamos viajado, la linterna
era nuestra salvación para volver a casa.
De
pronto dejó de emitir su débil luz, Juan la agitó furiosamente
para remover las pilas y que siguieran cumpliendo su función,
con tal mala fortuna y al no ver nada en aquella oscuridad, propinó
un buen golpe con la misma en el puente de la nariz a Fran,
dando un grito desgarrador por el daño recibido. Fractura
nasal por contusión fuerte, decía el parte del hospital
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