Relato inspirado en la fotografía
Se
dejan llevar por el sol radiante y el aire caliente que infla y
empuja el globo. Les da igual el rumbo. Esperan pasar el río y,
quizá, tres valles más allá ya estén a salvo. Sentada dentro de
la barquilla se siente libre, lo más libre que jamás estará.
Porque como los pillen con todo eso encima ya no verán la luz del
sol en mucho tiempo.
¿Qué
hacer con tanto dinero? ¿Comprar un avión? No, ya está harta de
volar. Lo de hoy es por fuerza mayor, el motor del jeep se había
estropeado. Y nadie desconfiaría de una joven pareja de
excursionistas que alquilan un globo y dan un paseo por la campiña.
¿Tal
vez una mansión? Sí. Un castillo inglés de esos con torres altas,
muchas chimeneas, una en cada habitación, un ejército de sirvientes
y una preciosa biblioteca donde relajarse...
Mira
hacia el sol, las nubes hacen formas curiosas, se entretiene
imaginándolas. Se está bien ahí arriba. Tal vez lo de volar no
esté tan mal después de todo.
Y
se acuerda del abuelito de Up y del pequeño boy
scout
surcando los cielos entre un mar de pequeños globos de colores.
–
¡¡Mierda, mierda, mierda!!
Perdida
en sus nubes y en sus globos la voz de él le sobresalta.
Intenta
ponerse de pie en la barquilla para mirar afuera, pero su mano la
empuja de nuevo hacia abajo con fuerza.
–
¿Qué pasa?
–
¡Nos han descubierto! ¡Y nos han
disparado! ¡Descendemos!
Ahora
escucha el fssss del globo perdiendo gas. Y se miran a los ojos como
si fueran ellos mismos globos a punto de pincharse.
–Era
demasiado fácil. Te quiero, nena. –le dice.
Y
él se incorpora a la barquilla saltando al vacío.
–
¡¡Saltaaaa!!
Adiós
sueños de mansiones, viajes, aviones, descanso y riquezas.
Traga
saliva y cierra los ojos.
–¡¡Espérameeee!!
Mientras
caen, el cielo se va llenando de billetes de todos los colores,
confundiéndose con sus paracaídas y los globos de los demás
turistas.
Abajo,
las rojas sirenas de los coches de policía forman un círculo que
los espera.
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