Al amanecer - Pilar Murillo


                                    



Javier regresaba al amanecer a su casa, todo sudoroso y temeroso de ser visto, cuando de pronto pisa una baldosa suelta y se asusta al salpicarse con el agua que retenía el pavimento. Javier se veía perdido, sabía que algo oscuro lo perseguía, sabía que no era nada bueno y que el demonio cobra miles de formas. Al torcer la esquina donde la ciudad deja de ser ciudad y comienza a nacer el campo, la luz de la ultima farola ayuda a proyectar una sombra aterradora, enorme, que se esgrimía ante él con una clara actitud de grandeza y poder ante una cosa tan insignificante como Javier. ¿Podría ser el demonio? Se preguntó y la respuesta vino enseguida de su costado izquierdo. La cabra dijo “BEE” y vista sin ser una sombra, era más bien pequeña y escuchimizada. No podía dar tanto miedo una cabra tan pequeña... y Javier esbozó una gran sonrisa y se rió de sí mismo, hasta que los ojos de Javier cambiaron a color rojo y comenzó a oler a azufre.






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