Independencia - Gloria Losada




Lloraba todos los días por la mañana al levantarse. Era un llanto repentino y sin sentido que solo cesaba cuando salía a la calle en dirección al trabajo. Lloraba al regresar, en cuanto abría la puerta de su casa. Se pasaba la tarde llorando desconsoladamente sin motivo aparente. Incluso los cortos períodos nocturnos en que el sueño no la vencía, lloraba. Llegó a tener el rostro tan hinchado que casi pensó en la posibilidad de cubrírselo con una máscara, molesta por las continuas preguntas de la gente, que deseaba saber qué le ocurría. Los doctores no supieron diagnosticar su problema y conforme el tiempo iba pasando la desesperación aumentaba por momentos. Hasta que la casualidad hizo de las suyas. Descubrió un doble fondo en su armario lleno de cebollas. Se las metía su madrastra, a la que el espejo de su cuarto le había dicho que ya iba vieja y que la muchacha era mucho más guapa y tenía la piel más tersa. Fue el empujón perfecto para independizarse.





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