Las culpas las paga el pobre - Cristina Muñiz Martín

                                         Resultado de imagen de barandilla de forja en edificio publico


La barandilla se había roto y la recepción estaba a punto de empezar. No podía imaginarme lo que pasaría si algún preboste advertía el hueco. Debía reaccionar rápido. Cogí el paragüero de hierro forjado, como la barandilla, y lo encajé a toda prisa. Que el presidente se hubiera asomado en ese preciso lugar y hubiera perdido el equilibrio cayendo por las escaleras rompiéndose la crisma y que el paragüero aterrizara en la cabeza del secretario general, abriéndole una brecha de quince centímetros, no fue culpa mía, fue cosa del destino. Sin embargo, me acusan de homicidio involuntario y de unas cuantas cosas más. Que el presidente fuera el culpable por meter su rodilla donde no debía y que al secretario general nadie lo había mandado separarse del grupo para destacar, colocándose justo donde cayó el paragüero, nadie lo ha tenido en cuenta. Como siempre, las culpas las paga el pobre.




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