Una sonrisa medio torcida - Cristina Muñiz Martín


                                            Resultado de imagen de sartén incendiada


Estaba apuntando el rumbo, la velocidad y la última maniobra en el cuaderno de bitácora cuando aparecieron las llamas. No le dio tiempo más que a ponerse un chaleco salvavidas y tirarse al agua. Mientras flotaba en el mar, esperando por su rescate, la maldita sartén, causante de la desgracia, se le acercó nadando con movimientos insinuantes. Intentó cogerla varias veces, pero ella se escabullía, ondeando traviesa a su alrededor. Cuando lo encontraron cinco horas más tarde, con hipotermia, agotado, pidió con un hilo de voz que salvaran también a la sartén negra y abollada que se bamboleaba a su lado. Los rescatadores así lo hicieron y la sartén viajó con él hasta la habitación del hospital. Los médicos creyendo que era algo muy importante para el enfermo lo permitieron. Cuando despertó y la vio allí, junto a él, mirándolo con una sonrisa medio torcida, arrancó los tubos de sus brazos, saltó de la cama y la golpeó cuanto pudo contra el suelo, contra la cama, contra las paredes. Ahora, en el hospital psiquiátrico donde reside, mata el tiempo dibujando sartenes; todas ellas negras, todas abolladas, todas con una sonrisa medio torcida meciéndose en un mar infinito.






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