Harto
de pasar desapercibido, tragó un paquete de lentejuelas de mil
colores. Su madre, alarmada, lo llevó al hospital. Los médicos
dijeron que el cuerpo se encargaría de ir deshaciéndose de ellas.
La madre permaneció atenta a las deposiciones de su pequeño durante
mucho tiempo, esperando fueran brillantes. Pero el cerebro del niño
ordenó al resto de los órganos que no las atacaran, que las
hicieran suyas. Han pasado muchos años de este suceso y en los ojos
de Jorge se puede ver un paisaje en tonos azules y verdes que invita
a perderse en ellos. Sus labios parecen labrados en oro, de su
garganta cuelga una cascada de plata que desemboca en su vientre, en
un lago azul, tras atravesar el bosque ocre y anaranjado de su pecho.
Sus brazos y piernas hacen recordar las arenas de playas y desiertos,
la vegetación de las selvas y las olas del mar. Jorge es feliz: ya
no pasa desapercibido y en las redes sociales tiene millones de seguidores.
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional.
No hay comentarios:
Publicar un comentario