Aurina
estaba este año muy animada para sacar la oposición, había hecho
ya cuatro intentos, dándose a sí misma un ultimátum: la apruebo o
lo dejo para siempre. Llevaba invertido mucho en academias y
apuntes, mermando sus ahorros tras tanto intento fallido.
Al
cabo de unos meses aprobaron los presupuestos y las plazas se
duplicaron, faltaba más personal, creyó aumentadas sus
posibilidades de lograr la tan ansiada plaza. En esta convocatoria
iba a echar los restos. Decidió tomarse un año sabático en el
trabajo para centrarse en los estudios. En casa de sus padres no
había suficiente tranquilidad para lo que ella se proponía, la
biblioteca pública estaba llena de jóvenes que atendían más a los
sonidos del wasap que a los libros, y allí tampoco podía
concentrarse. Acabó tomando la drástica solución de alquilar un
piso en el extrarradio, un barrio tranquilo donde nada ni nadie la
molestara. Su madre puso el grito en el cielo, pensando que iba a
perder a su hija, pero ésta la convenció proponiéndola comer los
domingos en casa y así comprobar que se encontraba bien.
Quiso
el azar que el piso más idóneo estuviera en la parte antigua de la
ciudad, un edificio viejo de cinco plantas sin ascensor, en zona
peatonal y sin comercios. La altura era un cuarto, pero tenía buena
distribución y unos grandes ventanales por los que entraba mucha
luz. El salón, la cocina y un dormitorio daban a una plaza, y
gracias a su altura no sólo contemplaba la totalidad del barrio sino
que podía observar las idas y venidas de barcos en el puerto. Otro
dormitorio y el baño daban a un patio interior pequeño, tanto que
casi podía tocar la ventana del vecino de enfrente. Comprobó que
el silencio reinaba en el edificio, tal vez por los anchos muros que
lo sostenían. Se fijó en los buzones donde sólo leyó nombres con
apellidos normales, nada de negocios o extranjeros, así que
complaciéndola las condiciones del piso y la vecindad, el precio le
resultó increíble, porque ciento cincuenta euros era una ganga.
Tras
la firma del contrato y en posesión de las llaves, se mudó a su
ansiado refugio. Una maleta grande con ropa y cosas de aseo, más
otra con el portátil, los apuntes y temas de estudiar, fue el único
bagaje que se llevó con ella. Para comer una ensalada, pasta o
tortilla le bastaba el menaje que existía en el piso, teniendo en
mente comprar sólo dos veces a la semana, porque subir las cuatro
plantas cargada, podría ser cansino.
Se
notaba que los muebles y enseres existentes tuvieron tiempos mejores,
pero a pesar del desgaste aún resultaban cómodos y cogedores. Tras
aprovisionarse en el colmado más cercano, comenzó su plan de
trabajo. En la habitación interior desplegó su material de estudio
y conectó la alarma del móvil para sonar en horas de las
principales comidas, debía estar bien alimentada y descansada para
rendir al máximo en el estudio.
Llevando
ya un par de meses y más de de un tercio del temario aprendido, en
el piso de al lado comenzó a oír molestos ruidos. Aguantó durante
unos días, por ver si cesaban, en los que se compró tapones para
los oídos, para amortiguar los sonidos. Tanto duraba aquello que
harta fue a protestar al vecino. Las pintas no eran normales, un
slip era la única prenda de vestir y por más que quiso ser amable,
rogándole silencio, aquel tipo no la entendía ni ella a él, por lo
visto era un guiri.
De
nada sirvió su queja, porque los gritos, broncas y golpes de muebles
eran constantes durante el día, y gemidos, jadeos y risas por la
noche, ya que el dormitorio vecino estaba justo enfrente de su mesa
de estudio.
Las
molestias no cesaron a pesar de existir un día silencioso de por
medio, el ruido volvía a imperar semana tras semana, observando que
los escandalosos además de extranjeros eran siempre distintos.
Escasas horas al día había suficiente tranquilidad para centrarse
en su temario. Tan agobiada andaba que habló con el presidente de
la comunidad. Éste lavándose las manos la dirigió al
administrador de fincas, quien careciendo de empatía alguna le
respondió que el propietario se hallaba trabajando en el extranjero
y seguramente algún familiar alquilaba el piso por vacaciones.
Tras
un verano desesperante y difícil para estudiar, fueron convocadas
las oposiciones. Era el momento de hacer un último esfuerzo y
repasar todo el temario para ir sobrada al examen.
Finalmente
los escándalos habían cesado y la tranquilidad volvía a imperar en
el patio interior. No olvidaba lo molestos que habían sido los
inquilinos de al lado, ni la desconsideración de quien lo alquilaba,
olvidándose de ello, decidió centrarse en lo suyo, afín de cuentas
su futuro estaba en juego.
Los
días transcurrían como ella planeaba, hasta que con ocasión de
unas obras en la planta baja, una noche la almohada le susurró una
gran idea para su venganza. Solía pasar gran parte de la noche
estudiando, porque era el momento en que más rendía, y una noche de
madrugada, bajó al descansillo inferior. Contra la pared había
apoyados unos tablones de la obra, agarró uno con cuidado de no
hacer ruido, y llevándolo a su casa, aprovechó el patio interior
para apoyarlo entre la ventana de su estudio y la del dormitorio
vecino, que siempre estaba abierta. Lo usó de puente para colarse
en el otro piso. A pesar de padecer vértigo, la oscuridad de la
noche le ocultaba la altura a la que se estaba exponiendo, y que con
un traspié acabaría con algo roto sino con su vida.
Con
destreza y cuidado se coló en su interior, ayudada de la tenue luz
de su móvil, recorrió las estancias, admirando la elegante
decoración minimalista, a pesar de utilizar esos muebles baratos de
cartón que tanto se llevan ahora. Sin entretenerse más, se dirigió
al baño, donde rápidamente puso el tapón en la bañera, el lavabo
y el bidé, abriendo ligeramente los grifos para que unas ligeras
gotas discurrieran sin problemas. Lo mismo hizo con el fregadero de
la cocina, y sin perder el tiempo, regresó de vuelta, depositando el
tablón donde originalmente lo había encontrado y sin que vecino
alguno se percatara, tras esto se acostó en su cama bien complacida.
Para no levantar sospechas tuvo la precaución de usar guantes de
látex y forrar la viga con una camiseta, no dejó ni pizca de polvo
tras de sí.
Aurina
siguió con su vida rutinaria, dos meses más tarde diciembre ya
estaba acabando y por supuesto llegando las navidades, sólo relajó
sus actividades yendo a pasar Nochebuena y Navidad con sus padres.
En Nochevieja siguió estudiando y una hora antes de la media noche,
hizo un alto para tomar las uvas frente al televisor, recibiendo el
año nuevo como se merecía, ya que era optimista en lograr su
objetivo.
No
consiguió comerse ni una uva, debido al alboroto en la planta de
debajo suyo. Todos los vecinos se habían congregado en aquel piso,
y sus propietarios histéricos intentaban desalojar enseres
rápidamente, ya que de las paredes y del techo de la vivienda no
paraba de manar agua. El felpudo había corrido escaleras abajo por
un flujo del líquido elemento, los más apañados calzaban botas de
agua e intentaban echar una mano a los desdichados que allí moraban.
El
presidente de la comunidad no lograba contactar con el administrador,
por lo que llamó a la policía, quien a su vez llamó a los
bomberos, quienes forzaron la puerta contigua a Aurina, origen de
aquella inundación. Para asombro de todos aquella casa era una
completa piscina, gran parte de los muebles se habían deshecho y los
que no, tenían formas tan raras que asustaban. La muchacha había
olvidado por completo la excursión nocturna de hacía tanto tiempo,
y no había contado con que su venganza afectara a otros. Aún así
no abrió la boca procurando no levantar sospechas.
El
vecino de abajo tardó en volver a casa, pues siendo un edificio
viejo le costó mucho secarse, teniendo la suerte que el seguro del
de arriba le pagó la rehabilitación del mismo, con muebles, suelos,
menaje y ropa nueva de vestir. La peor parte la llevó el piso de
alquiler vacacional, al quedar completamente destruido el suelo de
madera y todos los muebles.
Aurina
siguió con su ritmo de vida, aunque alguna molestia volvió a sufrir
debido a las obras y reparaciones de las dos viviendas. Lo que no
contaba era con la insistencia sospechosa del perito del seguro, un
joven apuesto que quería hacer meritos en la compañía. Tras leer
minuciosamente los informes de policía y bomberos, además de
visitar las dos viviendas, se dio cuenta que la inundación había
sido conscientemente provocada, y la única sospechosa era la
muchacha vecina, por su historial de protestas y quejas en el
vecindario. Aunque no se explicaba cómo habría entrado al no estar
forzada la cerradura.
Dotado
de una labia persuasiva y ademanes de conquistador, intentó entablar
amistad con la muchacha para ver si en alguna conversación inocente
conseguía pillarla en un renuncio. Objetivo que nunca lograba pues
Aurina centrada en sus estudios continuamente le cortaba.
Llegado
el día del examen, logró pasar prueba tras prueba y finalmente
logró su objetivo tan ansiado, sacar la plaza de funcionario. Se
hallaba en la tarea de llenar las maletas con sus cosas para regresar
a casa con sus padres, ya iba siendo hora de descansar y disfrutar un
poco de su compañía, más el perito viendo que su principal
sospechosa se escapaba, le pidió el número de teléfono para seguir
en contacto si a ella también le agradaba. Aurina no vio
inconveniente y se lo dio. Actitud sibilina por parte del perito,
pues acto seguido acudió al juzgado para ver si mediante la policía
judicial lograba localizar por GPS el móvil de la muchacha en casa
del vecino afectado.
Ella
tranquila por su incipiente futuro, no sospechaba nada de los planes
del joven pretendiente, aunque tampoco le importaban, pues en cuanto
presentó los papeles para tomar posesión de su plaza, pidió
destino bien lejos de su ciudad natal, por si en algún momento un
listillo la imputaba por el tema de la inundación, teniendo mucho
cuidado en su nuevo alojamiento de no tener un vecino con un piso de
alquiler vacacional.
El
perito no logró su objetivo, ya que el móvil de la sospechosa
carecía de conexión de datos a internet, nunca podría averiguar si
realmente había sido ella la causante de los costosos gastos.
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional.
No hay comentarios:
Publicar un comentario