En este blog encontrarás los relatos escritos por los participantes del taller de escritura "Entre Lecturas y Café", así como la información de las actividades del club de lectura del mismo nombre.
La mirada perdida - Dori Terán
No acostumbraba a viajar en autobús, pero así eran las cosas. Inés se había llevado el coche y Juan no le prestaba el suyo. Consultó horarios y paradas en la línea que la llevaría a su destino. Le resultó más fácil de lo que había supuesto, internet es un gran ayudante en cualquier consulta. A las nueve de la mañana ya estaba bajo la marquesina a la espera. Un vehículo largo y articulado por la mitad apareció por la esquina a una velocidad alegre. Saludó con un “buenos días” al conductor mientras depositaba en el pequeño mostrador el importe monetario del viaje, este apenas le devolvió el saludo con un gesto rutinario. Avanzó por el pasillo y pronto se sentó en uno de los asientos individuales sin observar apenas a los compañeros de trayecto. Clavó sus ojos en la ventanilla que con el arranque del coche se convirtió en una pantalla en movimiento por la que desfilaba un paisaje en vaivén, unos espacios vivos que la iban llenando de sensaciones espontáneas ya olvidadas y dormidas en su alma. Hacía mucho tiempo que Ana no realizaba aquel recorrido ni siquiera con la imaginación. La vida concisa pidiendo atención constante no dejaba ni espacio ni margen a la abstracción. Edificios y calles que parecían tener vida propia, que sin duda tenían vida propia lanzando al aire recuerdos de vivencias pasadas acaecidas al abrigo de su existencia. La casa testigo de su juventud apareció mostrando las blancas persianas ahora completamente bajadas como muro que retiene la vida que fue y no permite el presente. Y aquel portal que siempre le dio la salida de su hogar al mundo complejo de fuera, a un espectáculo en el que participar, a un Universo que descubrir…a las mil vivencias que conforman la vida. Unas veces salía Ana carpeta en mano camino de la Universidad con la rebeldía del corazón apasionado, con la osadía que regala la fe y también la inmadurez. Otras veces se alisaba la falda, se pintaba los labios y ensayando su mejor sonrisa salía a buscar o a encontrar el amor. ¡Cuánto sabia el portal de sus sueños y de su intimidad!¡ Impregnadas estaban las paredes de de su sentir! La celeridad lo fue dejando atrás y sin ningún orden cronológico apareció a continuación su calle de jugar. El autobús hizo una parada para recoger viajeros y Ana pudo contemplar su calle serena con el único movimiento de las copas de los árboles agitadas por el viento. Faltaba el arenal que antaño cubría todo el solar, faltaba Emilio y Rosa y Felipe y Rafa, infancia rebozada rodando por los montículos. El asfalto lo cubría todo ahora y las personas que caminaban sobre él le eran completas desconocidas, aun así un fulgor lucía etéreo en el lugar. Un tirón al volante devolvió la marcha y el desfile de las cosas. No tardó en aparecer el mar, estaba gris reflejando un cielo triste y nuboso. El semáforo en rojo hizo detener el vehículo durante unos preciosos segundos en los que las olas furiosas se estrellaban bravas contra las rocas inmersas en las aguas propiciando una marea de espuma y arena. Y en tal marco Ana volvió a revivir de nuevo el primer tierno beso de su única historia de amor y también la embargó el escalofrío del dolor inmenso y el caos que la pérdida de aquel amor supuso en su corazón.
Agradeció el guiño verde que le permitió sacudirse la nostalgia y la pena de aquellos sucesos grabados más allá de su piel. Un túnel fue el paso siguiente como preludio a un sol que inundaba la película, todo el decorado y los personajes de la misma. Llegó a su estación, un bello y cuidado jardín la saludaba y al posar los pies en el suelo recobró la mirada perdida en el pasado, recuperó la conciencia del aquí y el ahora como una realidad existente y alegre. Confiada se dirigió al taller de escritura para empezar su camino narrativo. Hoy y como debut escribiría sobre este viaje de ida y vuelta a los recuerdos.
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