Se
encontraba en la puerta de la escuela, el ensayo de esa tarde había
terminado terriblemente mal y prematuramente, pues al intentar lograr
un agudo en su violín, una de las cuerdas se rompió, sobresaltando
a sus compañeros tanto como a él mismo. Recogió sus cosas, dando
por finalizado el ensayo.
Le
ocurría muchas veces, su instrumento de segunda mano debió ser
maltratado, se notaban hasta cuatro reparaciones. Su sonido no era
bueno, pero el virtuosismo de Manín lograba que fuera impecable,
sorprendiendo y entusiasmando a sus profesores. En casa no sobraba
el dinero, y conseguir el suficiente para una cuerda nueva era tarea
difícil, sobre todo a falta de un mes para el concierto fin de
curso.
Se
detuvo antes de salir a la calle mirando al cielo que jarreaba agua
como si fuera el diluvio
universal y sólo había cogido la cazadora vaquera. Calculó que
iba a empaparse hasta el calzoncillo. En la papelera del hall había
posada una caja de cartón
que bien le valdría para taparse, envolvió el estuche del violín
con la cazadora y corrió calle arriba, llegando rápido hasta los
soportales de Galiana. Aunque fuese ridículo con la caja en la
cabeza, no le importaba, su única preocupación era conseguir
aquella maldita cuerda para poder actuar en el concierto.
Llegó
al final de los soportales y enfiló nuevamente a la carrera hacia el
parque del Carbayedo, donde para su sorpresa no caía ni una gota.
Asombrado miró hacia arriba, era muy raro que la nube estuviera sólo
calle abajo. Casi se cae del susto al ver una nave espacial posada
encima del hórreo
de dicho parque. El pánico se adueñó de Manín, tal era su miedo
que no podía ni hablar ni levantar un solo pie. Sentía como si
estuviera clavado al suelo, miró a su alrededor para pedir ayuda,
pero no encontró a nadie.
Al
instante recordó que en la televisión estaban promocionando la
última película de la Guerra de las Galaxias y decidió que era una
maniobra publicitaria. Puso en marcha sus piernas y poco a poco se
fue alejando del abrigo de la lluvia que le proporcionaba aquel
aparato.
Al
pasar por delante del restaurante Tayuelo donde ponen una longaniza
muy rica, se percató que había un tipo disfrazado de extraterrestre
mirando la carta colgada en la entrada. De alguna parte de su cuerpo
salía una canción que solía cantar su abuela: “Mi jaca,
galopa y corta el viento cuando pasa por el puerto camini-- to de
Jereeeez”. Le parecieron tan fuera de lugar aquellos compases, que
comenzó a reírse y pensó:”Si quieres comer bien, en el mesón
Vaina de calle abajo tienen un cachopo
descomunal”. En su cabeza surgió la pregunta “¿tendrán sidra
para beber?”, “¡pues claro!” se respondió a sí mismo.
Siguió
conversando mientras se alejaba lentamente de aquel tipo disfrazado,
retomando la conversación interior de antes:
-
De postre tienen un arroz con leche riquísimo - recordó la vez que su padrino le había invitado a comer allí.
-
Pues me acercaré y si es tan rico como dices te concederé un deseo.
-
Manín riendo para sus adentros por la originalidad de la charla consigo mismo, preguntó: ¿no tendrás por casualidad un Stradivarius?
-
Esa misma vocecita le respondió: ¿De qué año lo quieres?
-
De la última etapa que suena mejor.
-
Espérame donde la estatua del tratante y el ternero, que si es cierto lo que dices, tendrás tu premio.
Manín
vio como el tipejo disfrazado iba en dirección al mesón que había
pensado. Decidió esperar por comprobar qué pasaba, pues al no
estar mojando y ser pronto para volver a casa, no tenía nada mejor
que hacer. ¡Mira que si alguien me regala un violín!, siguió
hablando para sus adentros, ¡con que fuese mejor que el mío ya me
conformo!
Tras
un rato de espera, vio como el humanoide regresaba haciendo eses y
con la barriga bien abultada.
-
Estos marcianos no están hechos para nuestra comida - pensó riéndose.
-
Tienes razón, los palillos no consigo digerirlos y me pinchan por todos lados, pero el cachopo estaba superior y la sidra no paro de mearla.
El
muchacho comenzó a reír y pensó. “¡los palillos no se comen,
hay que quitarlos!”. Fue en ese instante cuando tuvo conciencia de
estar hablando telepáticamente con aquel marciano y el miedo acudió
de nuevo a sus piernas.
Un
leve ruido le hizo dirigir su mirada a la nave de donde descendió
una escalerilla, bajaba por ella una especie de araña con un bulto
en la mano. Al instante reconoció un maletín de violín. Nervioso
y expectante vio como se lo entregaba con sumo cuidado, él mismo
casi lo tira por temor a causarle daño. Abrió la tapa y allí,
envuelto en terciopelo, había un violín que parecía antiguo, lo
cogió decidido y buscó en su caja de resonancia la marca de su
creador. Allí estaba, ¡era un auténtico Stradivarius!
Por un momento las lágrimas le empeñaron la visión y
acercándoselo al cuello, tomó el arco y comenzó a interpretar
primero una polka, luego amor brujo de Falla y por último la canción
del momento, Despacito.
Tan
ensimismado estaba en su interpretación que no notó el suave
ascenso de la nave espacial, levantando el vuelo, desapareció. La
lluvia había cesado y Manín finalmente fue consciente de lo que
tenía entre manos. Guardándolo con extrema precisión, se dirigió
a casa sopesando como contárselo a sus padres y hermanos. Nadie le
iba a creer y le denunciarían por robo, así que decidido a
ocultarlo, comenzó a ensayar en el campo, donde nadie le escuchara,
sintiéndose seguro ya que en el conservatorio no le echarían en
falta debido a la cuerda rota del otro violín.
Por
fin llegó el día del concierto, los niños estaban muy nerviosos y
Manín mucho más. Era el último del grupo, siempre le colocaban
allí debido al pobre sonido de su violín, más en esta ocasión,
alumnos, profesores y familiares quedaron absortos con la
interpretación del muchacho de la última fila.
La
sorpresa llegó al final del evento, cuando su maestro se acercó a
felicitarlo y comprobó con qué instrumento había tocado. La
denuncia a la policía dio el resultado de no estar registrado por
nadie en el mundo y que a pesar de la increíble versión de los
hechos, el maravilloso violín no tenía dueño y podría quedárselo.
Manín
sigue estudiando en el conservatorio, aunque ahora en Oviedo, quiere
ser un gran intérprete de violín y sabe que debe estudiar mucho
para lograrlo, pero con un Stradivarius
será mucho más fácil.
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