Premio inesperado - Marian Muñoz


                                             Resultado de imagen de niño con violin en el campo


Se encontraba en la puerta de la escuela, el ensayo de esa tarde había terminado terriblemente mal y prematuramente, pues al intentar lograr un agudo en su violín, una de las cuerdas se rompió, sobresaltando a sus compañeros tanto como a él mismo. Recogió sus cosas, dando por finalizado el ensayo.
Le ocurría muchas veces, su instrumento de segunda mano debió ser maltratado, se notaban hasta cuatro reparaciones. Su sonido no era bueno, pero el virtuosismo de Manín lograba que fuera impecable, sorprendiendo y entusiasmando a sus profesores. En casa no sobraba el dinero, y conseguir el suficiente para una cuerda nueva era tarea difícil, sobre todo a falta de un mes para el concierto fin de curso.
Se detuvo antes de salir a la calle mirando al cielo que jarreaba agua como si fuera el diluvio universal y sólo había cogido la cazadora vaquera. Calculó que iba a empaparse hasta el calzoncillo. En la papelera del hall había posada una caja de cartón que bien le valdría para taparse, envolvió el estuche del violín con la cazadora y corrió calle arriba, llegando rápido hasta los soportales de Galiana. Aunque fuese ridículo con la caja en la cabeza, no le importaba, su única preocupación era conseguir aquella maldita cuerda para poder actuar en el concierto.
Llegó al final de los soportales y enfiló nuevamente a la carrera hacia el parque del Carbayedo, donde para su sorpresa no caía ni una gota. Asombrado miró hacia arriba, era muy raro que la nube estuviera sólo calle abajo. Casi se cae del susto al ver una nave espacial posada encima del hórreo de dicho parque. El pánico se adueñó de Manín, tal era su miedo que no podía ni hablar ni levantar un solo pie. Sentía como si estuviera clavado al suelo, miró a su alrededor para pedir ayuda, pero no encontró a nadie.
Al instante recordó que en la televisión estaban promocionando la última película de la Guerra de las Galaxias y decidió que era una maniobra publicitaria. Puso en marcha sus piernas y poco a poco se fue alejando del abrigo de la lluvia que le proporcionaba aquel aparato.
Al pasar por delante del restaurante Tayuelo donde ponen una longaniza muy rica, se percató que había un tipo disfrazado de extraterrestre mirando la carta colgada en la entrada. De alguna parte de su cuerpo salía una canción que solía cantar su abuela: “Mi jaca, galopa y corta el viento cuando pasa por el puerto camini-- to de Jereeeez”. Le parecieron tan fuera de lugar aquellos compases, que comenzó a reírse y pensó:”Si quieres comer bien, en el mesón Vaina de calle abajo tienen un cachopo descomunal”. En su cabeza surgió la pregunta “¿tendrán sidra para beber?”, “¡pues claro!” se respondió a sí mismo.
Siguió conversando mientras se alejaba lentamente de aquel tipo disfrazado, retomando la conversación interior de antes:
  • De postre tienen un arroz con leche riquísimo - recordó la vez que su padrino le había invitado a comer allí.
  • Pues me acercaré y si es tan rico como dices te concederé un deseo.
  • Manín riendo para sus adentros por la originalidad de la charla consigo mismo, preguntó: ¿no tendrás por casualidad un Stradivarius?
  • Esa misma vocecita le respondió: ¿De qué año lo quieres?
  • De la última etapa que suena mejor.
  • Espérame donde la estatua del tratante y el ternero, que si es cierto lo que dices, tendrás tu premio.
Manín vio como el tipejo disfrazado iba en dirección al mesón que había pensado. Decidió esperar por comprobar qué pasaba, pues al no estar mojando y ser pronto para volver a casa, no tenía nada mejor que hacer. ¡Mira que si alguien me regala un violín!, siguió hablando para sus adentros, ¡con que fuese mejor que el mío ya me conformo!
Tras un rato de espera, vio como el humanoide regresaba haciendo eses y con la barriga bien abultada.
  • Estos marcianos no están hechos para nuestra comida - pensó riéndose.
  • Tienes razón, los palillos no consigo digerirlos y me pinchan por todos lados, pero el cachopo estaba superior y la sidra no paro de mearla.
El muchacho comenzó a reír y pensó. “¡los palillos no se comen, hay que quitarlos!”. Fue en ese instante cuando tuvo conciencia de estar hablando telepáticamente con aquel marciano y el miedo acudió de nuevo a sus piernas.
Un leve ruido le hizo dirigir su mirada a la nave de donde descendió una escalerilla, bajaba por ella una especie de araña con un bulto en la mano. Al instante reconoció un maletín de violín. Nervioso y expectante vio como se lo entregaba con sumo cuidado, él mismo casi lo tira por temor a causarle daño. Abrió la tapa y allí, envuelto en terciopelo, había un violín que parecía antiguo, lo cogió decidido y buscó en su caja de resonancia la marca de su creador. Allí estaba, ¡era un auténtico Stradivarius! Por un momento las lágrimas le empeñaron la visión y acercándoselo al cuello, tomó el arco y comenzó a interpretar primero una polka, luego amor brujo de Falla y por último la canción del momento, Despacito.
Tan ensimismado estaba en su interpretación que no notó el suave ascenso de la nave espacial, levantando el vuelo, desapareció. La lluvia había cesado y Manín finalmente fue consciente de lo que tenía entre manos. Guardándolo con extrema precisión, se dirigió a casa sopesando como contárselo a sus padres y hermanos. Nadie le iba a creer y le denunciarían por robo, así que decidido a ocultarlo, comenzó a ensayar en el campo, donde nadie le escuchara, sintiéndose seguro ya que en el conservatorio no le echarían en falta debido a la cuerda rota del otro violín.
Por fin llegó el día del concierto, los niños estaban muy nerviosos y Manín mucho más. Era el último del grupo, siempre le colocaban allí debido al pobre sonido de su violín, más en esta ocasión, alumnos, profesores y familiares quedaron absortos con la interpretación del muchacho de la última fila.
La sorpresa llegó al final del evento, cuando su maestro se acercó a felicitarlo y comprobó con qué instrumento había tocado. La denuncia a la policía dio el resultado de no estar registrado por nadie en el mundo y que a pesar de la increíble versión de los hechos, el maravilloso violín no tenía dueño y podría quedárselo.
Manín sigue estudiando en el conservatorio, aunque ahora en Oviedo, quiere ser un gran intérprete de violín y sabe que debe estudiar mucho para lograrlo, pero con un Stradivarius será mucho más fácil.








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