Corrían
los primeros años de los 80 cuando mis gemelos, Silvia y Carlos,
les pidieron a los reyes una muñeca Barbie y un monopatín,
respectivamente. Pero Carlos jugaba con la muñeca y Silvia salía
todas las tardes con el monopatín. Pasó lo mismo con la cocina y
el camión teledirigido o con la caja
registradora
y el juego de fútbol para la consola. Fueron los primeros
indicios. Hoy Silvia es Hugo y Carlos es Lucía. No era sólo
igualdad de género, como yo pensaba.
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