Cinco
fracasos amorosos le convencieron para guardar su corazón en una
funda, continuando con su vida solitaria e indiferente a cualquier
sentimiento humano que no fuera el dolor.
Al
final de sus días en el geriátrico, conoció a Erik. Chiquillo
sonriente y despierto, afanado en descubrir paisaje y paisanaje. Fue
rasgando, partida a partida de cartas, esa funda que durante tantos
años envolvía su corazón, y éste al sentirse libre de nuevo,
rejuveneció en aquel cuerpo anciano, comenzando a latir al unísono
que Clara, bisabuela de Erik. Dotando de placidez y alegría la
última etapa de su vida.
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