Esos
cocineros de la tela son tontos, decían que la tarta
era muy fácil de hacer, pero le estaba costando muchísimo.
Finalmente estaba lista, colocándola en el alfeizar de la ventana
para que se enfriara, miró hacia el puerto, viendo atracado el
destructor
en el que estaba enrolado su amor. Los nervios hicieron que la tarta
pesara más de la cuenta y cayó a la calle, justo encima del Lepanto
de su amante.
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