Jurado popular - Dori Terán


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Cuando recibió la carta certificada del Juzgado de Instrucción número nueve tembló de los pies a la cabeza. El miedo se hizo visible en los cabellos de su testa que se erizaron ligeramente. Un suspiro de respiro exhaló abruptamente tras recorrer con mirada rauda y ansiosa las palabras de la misiva. Solo era una citación en la que se le comunicaba que debería formar parte del Jurado Popular que iba a emitir el fallo o veredicto en el juicio inminente que se estaba preparando para juzgar al violador de las vías del tren. Respiró aliviado, todo lo relacionado con juzgados le hacía sentirse inseguro y vulnerable. Sin duda que el azar por el que eran elegidos los miembros de un Jurado Popular había acertado de pleno con su elección, pensó Álvaro, se consideraba un hombre extremadamente respetuoso con las mujeres y las artes sexuales, la violación no formaba parte de su diccionario de vida.
Hacía ya un tiempo largo que el violador de las vías del tren había sido detenido una mañana en que intentaba ejercer su locura con una chiquilla que desprevenida y confiada había caído en sus garras. Su carrera de asaltos violentos a muchas mujeres llegó a su fin. Siempre aparecía navaja en ristre cuando alguna muchacha, de preferencia jovencita, aparecía por el lugar. Amenazadas con el filo al cuello las conducía a las vías del tren y obligándolas a tumbarse sobre los raíles consumaba toda clase de usos y abusos sexuales crecido por el morbo del riesgo que suponía que apareciese un tren haciendo su recorrido. En más de una ocasión el eco de su silbido o el temblor de los carriles en su marcha veloz habían supuesto el cese de los exabruptos y tropelías a las que eran sometidas sus víctimas. Y entonces una brutal, sonora y grosera carcajada se expandía por el aire derramando en sus sórdidas notas el hedor del placer monstruoso que le embargaba y el disfrute obsesivo y enfermizo del salvaje agresor. Pero no todas gozaban de la suerte de la aparición del tren, alguna había dejado allí no solo la dignidad sino también la vida.
Ante esta historia Álvaro ordenó sus pensamientos, visualizó la película en su imaginación y brotó firme y clara la opinión que semejante inmundicia le merecía, ¡culpable!. No estaba dispuesto a dejarse influir por nada de lo que sucediese en el juicio, ningún argumento cambiaría su veredicto, ¡culpable!...y hasta culpable le parecía poco a su indignación. Tenía que presentarse en la audiencia en la fecha de la citación, dentro de cinco días. El comienzo estaba cerca. Se sirvió una copa y pensó en telefonear a su hijo Gustavo. Si, era una buena ocasión para contarle que había sido elegido para tan elogiable labor, a ver si esto le inspiraba a Gustavo un poco de fe y admiración hacia su padre. Un muro invisible que no lograba comprender se interponía entre ambos como un fantasma de humo denso. Ni los costosos y ostentosos regalos de Álvaro, ni todos los intentos de cariño y ternura, ni las súplicas silenciosas e implícitas de sus compartires…nada había conseguido romper la frialdad
que irradiaba espontánea de la energía de Gustavo hacia la existencia de su padre. Fue pulsando los números del teléfono y esperó la respuesta. –“Diga” -“Hola hijo, tengo una grata noticia, me han elegido para formar parte del Jurado Popular que juzgará al golfo ese que violaba chicas cerca de la estación. Ya me estoy preparando para que mi voto sume al encierro de esa carroña en la cárcel de por vida. ¿Habrá delito más sucio e inhumano que la violación?¿Qué me dices Gustavo?” Un largo silencio siguió a la pregunta y con voz tenue y algo balbuceante le contesta-“Voy a verte ahora papá, me acerco a tu casa”. El ruido intermitente del teléfono al colgar dejó a Álvaro un poco sorprendido,-“Bien, parece que le ha gustado el asunto, viene para charlar de ello” Gustavo no tardó en llegar. Dio un beso a su padre y cogiéndole de las manos con una delicadeza inusitada le dijo:-“Siéntate y escúchame”. Y comenzó a hablar suave y pausadamente con cierta solemnidad. –“Sabes padre que de las víctimas de este violador una murió ¿verdad?-Álvaro asintió expectante-,era la esposa de Alfredo, uno de los trabajadores de tu empresa, si padre si, aquel con el que tu cometiste también violación…¡no, no me interrumpas ¡…¿Es que de verdad crees que la violación solo se refiere al sexo?. Esa es una forma repugnante y criminal de violación pero también lo es y como tú haces a menudo con tus empleados, el salario injusto y menguado que no llega para vivir, las horas extras impagadas que agotan el descanso, la salud y la vida de las familias, los despidos improcedentes amparados a menudo por leyes injustas y abusivas, derechos que son pisoteados están pactados o no porque arruinan la vida digna y de bienestar que por ley natural pertenece a todos los hombres con el único fin de convertir grandes ganancias de unos pocos en ganancias desorbitadas. Amos y esclavos. Violaciones en tu oficina ¿Te has preguntado alguna vez que sucede después de tus violaciones? La hija de Alfredo hubo de dejar sus estudios cuando despediste a su padre por estar enfermo, les quitaron su casa. Alfredo murió y su esposa el día que se acercaba a las vías del tren para arrojarse a ellas cuando el tren pasara, murió entre los golpes del violador desalmado…pero el primer golpe violador fue el tuyo. Y sabes que no es solo Alfredo, en tu historia hay muchas violaciones vestidas de ley, de traje y corbata. ¿Y quién te juzgará a ti juez de violación?” El silencio se hizo denso. Álvaro comprendió la distancia irremediable que le separaba de su hijo. Venció su abatimiento, se levantó del sillón y estiró su cuerpo, con elegancia se acercó al espejo, ajustó la corbata, se mesó el cabello y con pasos suaves y firmes salió de la casa en dirección a la oficina. El juicio por violación estaba pendiente.



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