Tenía
sed y mi abuela me mandó con un vaso al establo. No encontré ni
agua, ni leche ni zumos, pero me he hecho amigo de la vaca. Y ahora,
después de echar la siesta voy cada tarde al establo. Le gusta que
le rasquen en la espalda. Está calentita. Lo malo es que justo
después de subir el rabo llegan las moscas. No sé si conseguiré
acostumbrarme a ese olor.
Este obra está bajo una licencia de Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional.
No hay comentarios:
Publicar un comentario