LA 333. No me gusta nada ese
número. Además, me han dado la habitación al fondo de este largo
pasillo. Me da un poco de miedo. ¿Y si no hay nadie más en esta
planta? No se oye nada, ni un ronquido, ni un simple suspiro. No sé,
igual me equivoqué de hotel, aunque la recepción estaba bastante
bien, daba la impresión de ser un hotel decente. ¿Habré hecho bien
escapando de casa? Pero que tonta soy, claro que sí, Pipo merece
llevarse un buen susto. Me tiene agobiada, todo el día detrás de
mí, haz esto, haz lo otro o lo de más allá. Como si yo necesitara
que alguien me dijera lo que tengo que hacer. La habitación está
bien, pero no sé, me parece un poco agobiante aunque no es pequeña.
Me falta el aire. ¿Dónde estarán esas puñeteras? Ya me parecía a
mí cuando Pipo me regaló este bolso que era demasiado grande.
Seguro que lo eligió adrede para que no encontrara nada y así poder
meterse conmigo. Él es así. Llevo demasiadas cosas en el bolso,
tendré que tirar algunas, pero nunca encuentro el momento. Bueno
aquí están. Me tomaré una, necesito relajarme. Abriré la ventana,
así respiraré mejor. ¡Maldita sea! Enfrente hay un edificio
enorme. Abajo la gente se mueve como si fueran sombras, a ver si va a
ser una zona de drogadictos. ¡Ay Dios mío! No quiero ni pensarlo,
con el miedo que me dan a mí esas cosas. Tomaré otra, necesito
dormir. ¿Quién llama ahora a la puerta? En los hoteles nadie llama
a las puertas. ¿Qué hora es? Las diez de la noche. A esta hora no
pueden ser ni la limpiadora ni el conserje. A ver si va a ser un
psicópata que se aloja en otra habitación y estaba esperando, al
acecho, por una mujer como yo. No pienso abrir, que se vaya. Llamaré
a recepción. ¡Maldita sea! No contesta nadie. Vaya hotel de mierda,
y eso que el señor que me atendió parecía serio. Llaman otra vez.
Me van a matar de un susto. Tomaré otra, a ver si me duermo. Aunque
¿y si me duermo, entran y me violan? ¡Ay, señor! ¿Quién me
mandaría a mí tomar tres pastillas? Parece que se han cansado.
Miraré por el ojo de la cerradura. Unos pantalones negros. No me
equivocaba. Era un hombre, como no podía ser de otra manera. Llamaré
de nuevo a recepción. Nada, no hay respuesta. ¿Dónde estará el
recepcionista? Seguro que dormido, y mientras tanto puede entrar
cualquiera en el hotel. Vaya falta de seguridad. No, si ya me
conozco, no pegaré ojo. Mañana exigiré hablar con el dueño y me
va a oír, vaya si me va a oír. Esas flores de la mesa parece que se
están deshaciendo, como si alguien las estuviera borrando. Voy a
acostarme. No, no, no puedo acostarme, porque si entra alguien y me
ve en la cama, será como una invitación. Mejor me tiendo sobre la
cama. No tampoco, la cama no, ya se sabe. Mejor me sentaré en la
butaca, parece cómoda.
Loli no consiguió alcanzar
la butaca. Su cuerpo se deslizó sobre el suelo y allí quedó
dormida, para siempre, mientras su marido no paraba de preguntarse
dónde habría metido las pastillas que había comprado en el mercado
negro para suicidarse. Ya no aguantaba ni un día más a la
histérica de su mujer.
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