Nos encontrábamos todas las mañanas en la parada
del bus. Nos saludábamos con un escueto y educado buenos días y
cada cual seguía a sus pensamientos. Me parecía un tipo extraño,
no sé, a lo mejor eran suposiciones mías. Aquella noche de
sábado, más por matar el tiempo que por otra cosa, fui con mi amigo
Ramón al Jack’s Coffe. Había un espectáculo de transformismo. Y
allí estaba él, el tipo de la parada del bus, sobre el escenario,
embutido en un traje de lentejuelas,
pintarrajeado igual que una mona y bailando y saltando de aquí para
allá. Hay gente para todo. El lunes volvía a estar en la parada del
bus, pero esta vez al saludarme me sonrió. Al día siguiente comencé
a ir al trabajo a pie. A ver si se va a pensar lo que no es.
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