Sentado
en la roca,
con los pies colgando, dirigía su mirada hacia abajo, en donde las
laderas de las montañas recogían al pequeño pueblo, encajonado en
un valle frondoso y de clima suave. Aún tenía en la memoria la
columna de humo que ascendía al cielo escupida por una chimenea de
enormes dimensiones, aquel humo fue el causante de su mala salud,
y el origen de su exilio. Igual que él, hubo otros que enfermaron,
obligando finalmente a cerrar la fábrica que proporcionaba
subsistencia a los pobladores del valle, pero a la vez, les hacía
enfermar hasta la muerte.
Salvo
algunos mayores que resistieron salir de su pequeño mundo, los demás
emigraron a poblaciones vecinas, donde poder ganarse la vida. Él
había sido afortunado, logró huir de la muerte por el buen hacer de
un médico,
y en la actualidad, ricachón, potentado o millonario, como quiera
que fuese el nombre, quería devolver al valle la salud
productiva que antaño tuvo, y que gracias a un billete del
Euromillones, pretendía reflotar las instalaciones fabriles, para
aportar prosperidad a la zona.
Sentado
en aquella roca,
allá arriba, veía muy claro el floreciente porvenir de su valle.
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