Había
una vez una princesa que vivía en una torre prisionera por su
madrastra, una vieja bruja casada con un rey viudo. La princesa
lloraba por encontrar desconsolada porque nadie la quería socorrer,
un día oyó una voz que le preguntaba por qué lloras hermosa dama y
ella respondió porque nadie me quiere socorrer, de repente sintió
como algo se subía a su cabeza escalando por una de las trenzas
rubias que resplandecía en la cabeza de la princesa, y le dijo
mírate al espejo. La princesa le hizo caso y cuando se vio reflejada
en el espejo de su habitación se dio cuenta que de lo único que
ella misma era su madrastra. Justo en ese momento se liberó de su
prisión.
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