Una cena suculenta - Gloria Losada



    Soledad Argüelles y Alcocer daba una fiesta en su propio honor para celebrar lo bien que le habían quedado las tetas después de su última y definitiva cirugía, como las de una nena de veinte años y eso que, a pesar de que nadie sabía su edad con exactitud, ya no cumplía los sesenta. Claro que después de haberse operado cabeza, tronco y extremidades, cualquiera acertaba. Aquella noche estaba hiper guapa, con su melena rojiza recogida en una gruesa trenza y sus ojos verde esmeralda brillando de puro gozo. Lo único que le preocupaba un poco era parte del menú. Había querido poner de primero ancas de rana a la cervantina, receta castellana heredada de su abuela, pero estaban agotadas en todas las tiendas, cosa incomprensible porque ¿desde cuándo la plebe se dedicaba a comer semejantes manjares? En fin, que las cambió por ancas de sapo. Mandó a Sebastián, su fiel criado, a cazar sapos al arroyo cercano y con eso solucionó la papeleta. Al final resultaron estar exquisitas. Lástima que los sapos fueran venenosos. No se salvó  ni el tato.






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