El castigo - Gloria Losada



 
Me invitó a cenar para proponerme matrimonio en aquel restaurante maravilloso situado sobre una gran roca, a la orilla del mar. La vista era impresionante. Mientras el sol se ponía y se introducía en el mar con su luz roja e incandescente, levantamos la copa y brindamos a nuestra salud y a la de todo el mundo, tal era nuestra felicidad reciente y casi infantil. De pronto el cielo se cubrió de nubes de tormenta y un rayo repentino y certero cayó sobre la gran roca partiéndola en dos. Mi mitad quedó sobre el mar a la deriva, alejándose cada vez más de la costa, ante el estupor de todos y mi desesperación, que veía como mi boda con aquel millonario excéntrico, viejo y repulsivo se iba a la mierda. Llevo tres días a la deriva. Esto tiene que ser un castigo divino por mi avaricia.




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