Las cuatro y diez - Gloria Losada

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Me ha encantado volver a encontrarme contigo después de tantos años, de verdad, no me lo esperaba, cuando te vi en la boca del metro mi corazón dio un vuelco, creo que como cuando te vi por primera vez. No, no pienses mal, han pasado mucho años y muchas cosas, pero es cierto que los recuerdos están ahí, guardados en un rincón de la memoria, y de pronto reaparecen de manera brutal, sacudiéndote por dentro el cuerpo y el alma.
Hace poco que trabajo por esta zona y cuando pasé por delante de este bar... Aquella tarde que hicimos pellas en el instituto, la primera vez que salíamos ¿te acuerdas? Después de mucho darle vueltas me decidí a pedirte para salir y me dijiste que sí, teníamos prisa por estar solos y fuimos al cine que estaba en frente, ya ves, hoy hay un banco, los cines van pasando a mejor vida poco a poco, o tal vez a peor. Cine Almanzor, sesión contínua, Al este del Edén era la película que fuimos a ver, pero podría haber sido cualquier otra, porque lo que importaba era disfrutar de la soledad, de nosotros mismos sin nadie que nos molestara. El cine estaba casi vacío. Cuando la película comenzo te cogí la mano en un gesto de atrevimiento sin límites. Yo emblaba y tú también. Quería besarte, necesitaba besarte, llevaba tanto tiempo soñando con ello.... Me pasé la mitad de la película sin enterarme de nada, simplemente pensanso como hacerlo, entonces, cuando James Dean tiraba piedras a una casa me decidí y lo hice, posé mis labios sobre los tuyos, límpios, blancos, inocentes, vírgenes, suaves como una hoja de papel , y respondiste a mi beso y yo me sentí feliz. Cuando salimos vinimos a este bar, no estaba como ahora, creo recordar que no daban comidas, era solo un bar, tu pediste una Mirinda, yo no recuerdo, creo que no pedí nada, tenía clase de francés y me fui rápido, por aquel entonces quería entrar en la universidad y el francés nunca se me dio bien, así que mis padres me hacían ir a la academia. Al final no pude ir a la Universidad, me hubiera gustado, pero mi padre se murió y me tuve que poner a trabajar, no me quejo, no me ha ido mal del todo, aunque reconozco que es una espinita que tendo ahí dentro. No, no creo que lo intente, ya no me veo con fuerzas para estudiar, además tengo una familia que atender, ahora son los hijos los que deben estudiar. Sí, me casé hace casi quince años, la conocí cuando me fui a Mallorca, es una buena chica, hemos tenido cuatro hijos, mira tengo una foto ¿quieres verlos? Es una foto muy fea, Carlos, el pequeño, acababa de nacer y ahora ya tiene siete años. Nos la hicimos en la Primera Comunión de un sobrino de Inés, mi mujer. Fíjate en mi cara, estaba horrible, con esas barbas y esas ojeras... es que Carlos era muy llorón, no paraba de llorar ni de noche ni de día, fue una crianza difícil, pero ahora ha cambiado y es un niño muy obediente y estudioso. Tú también te has casado ¿verdad? Me enteré por mi madre, aunque me fui de la ciudad la venía a visitar con frecuencia, le gustaba estar con los nietos, ya sabes. Un día me dijo que te habías casado con un hombre que había tenido más juicio que yo, palabras textuales, siempre le gustaste mucho a mi madre, decía que eras la mejor mujer que yo podría encontrar, pero la vida es así, qué te voy a contar. No sé que hubiera sido de nosotros si hubiéramos seguido juntos, tal vez nos hubiéramos divorciado, o quiza todavía seríamos un matrimonio feliz, quién sabe, en todo caso eso ya no importa, es tontería lamentarse por lo que pudo ser y no fue, además creo que no nos ha ido mal en la vida. También me dijo mi madre que no habías tenido hijos, supongo que es una opción más de vida. Yo no hubiera tenido cuatro, desde luego que no, pero vinieron y qué quieres que te diga, ahora no los cambiaría por nada.
¿Te apetece tomar postre? Mira tienen tarta de chocolate y helado de fresa y de vainilla. Te gustaba mucho el helado de fresa, recuerdo aquel verano que compramos unos helados de cucurucho a la entrada del parque y lo comías tan despacio porque querías que te durara, que se acabó derritiendo y te manchó aquel precioso vestido rojo que llevabas. Qué guapa estabas con aquel vestido, el rojo resaltaba tu piel morena y tus ojos tan negros, pero volviendo al postre, ¿quieres o prefieres el café? O tal vez te apetece que lo vayamos a tomar a otro sitio. No, de ninguna manera vas a pagar tú la comida, yo fui el que te invitó a comer, después de tantos años sin vernos qué menos ¿no te parece? Pediremos entonces un café, no sabía que trabajabas en el almacén de harinas, la verdad es que la que informaba de tu vida era mi madre y desde que se murió apenas sé cosas de la gente con la que me relacionaba entonces. A mi me han trasladado a una oficina cerca de aquí. A Inés no le ha gustado dejar Mallorca, no le gusta el clima de Madrid, pero era una buena oportunidad, me pagan mucho mejor y cuatro hijos que críar no es ninguna broma.
¿Tienes que marcharte? Pues vale, sí, si entras a las cuatro y media debes irte, son las cuatro y diez y no debes llegar tarde. Oye que me ha encantado volver a verte, tal vez podamos quedar otro día, puede que nos volvamos a encontrar en la boca del metro, o por la calle, o qué sé yo, ya sabes que soy de los que piensan que las cosas que tienen que ocurrir ocurrirán a pesar de los obstáculos que nosotros mismos o la propia vida se empeñen en ponerles. Adiós, María, dame un par de besos, lo dicho, ojalá volvamos a vernos, adiós.






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