Feminismo - Marian Muñoz



                                             Resultado de imagen de mujeres mayores en hospital



Tengo el umbral del dolor muy alto, por eso cuando sentí aquellas punzadas a la derecha de mi vientre, apenas les hice caso, un analgésico y a seguir adelante. Los nietos, la casa, las amigas, necesitaban mi plena atención y por un pequeño dolor no se debe parar, los años se van notando y dolores siempre tengo, así que pensé que era otro achaque más debido a la edad.
Aquel dolorcillo de marras me llevó finalmente a urgencias, hacía dos días que no pegaba ojo por la noche y empecé a preocuparme. En cuanto aparecí en el mostrador de recepción y me vieron el semblante, me pusieron una pulserita y a caminar por la línea roja. Ese color me alarmó, si podía caminar es que no estaba tan mal, pensaba yo. La placa y los análisis dieron nombre a mi malestar, una peritonitis. Apenas tuve tiempo de hablar con mi hija mayor para darle instrucciones, tan sólo decir las palabras urgencias y peritonitis, saltaron todas las alarmas. Me llevaron en camilla al quirófano y tras un par de tiritonas por la frialdad del lugar, me quedé dormida y no recuerdo más.
Me contaron que apuntito estuve de perforar el intestino, por suerte llegaron a tiempo, una vez terminada la operación me llevaron a la UCI, donde debía recuperarme, sin embargo arrastraba tal cansancio, que estuve cuarenta y ocho horas durmiendo, preocupando a los médicos y a mi familia, según decían no era normal. Una vez despierta me subieron a planta, donde todos y cada uno de mis seres queridos aparecieron para saludarme, llevarme revistas, cojines y hasta bombones. Si lo llego a saber me pongo enferma antes. Las visitas procuraban no molestar a la vecina de cama, quien en postura fetal no paraba de dormir. Mis acompañantes me ayudaban a tomar zumos o caldos sosos que probaban si mi cuerpo funcionaba correctamente. Por la noche el sueño me costó alcanzarlo, enchufada a un gotero y a un drenaje en la herida, no encontraba postura, resultándome difícil relajarme para dormir, así que me dediqué a pensar y planear las siguientes semanas tras darme el alta.
De madrugada llegaron las enfermeras poniendo el termómetro, mirando la tensión y observando los líquidos que mi cuerpo rezumaba, medio atontada oí como llamaban a mi compañera de habitación, Consuelo, no la veía porque me daba la espalda, aparentaba estar peor que yo porque ni siquiera se dignaba mirarme, tan fea no soy ¡jolines!. Al traer el desayuno nos vimos las caras, ¡oh sorpresa! Era Chelo, querida amiga de mis años mozos y que por circunstancias de la vida habíamos desconectado.
-¡Vaya Chelo, mira donde vamos a encontrarnos!
-Sí Pepa, casualidades de la vida.
-¿Qué tal te va? ¿Continúas con tus conferencias internacionales?
-Sí, en ello estaba hasta que una maldita piedra en el riñón me ha traído hasta aquí.
-Vaya, lo siento, y por lo demás, ¿estás bien? ¿Sigues casada con aquel senegalés?
-No, hace mucho que lo dejamos, pero ¿a ti que te importa?
-Bueno mujer, no te pongas así, intentaba saber qué tal te había ido todos estos años, bueno, saberlo lo sé, porque sigo tus andanzas por la televisión, los periódicos o las revistas, te has hecho muy famosa y eres presencia obligada en cualquier evento de la izquierda.
-¿Lo dices con retintín?
-No seas tan mal tomada, ¡caray!, ya sé que te dejé colgada con nuestro proyecto feminista, reactivar el papel de la mujer en la sociedad, reivindicar mayores ayudas en el trabajo, en las familias, y todo aquel universo justo con el que soñábamos, pero pudo más la realidad que todas nuestras fantasías emancipadoras.
-Ya, claro, y te convertiste en una mujer florero, una mantenida ama de casa que no paraba de salir en el papel cuché con famosos y deportistas.
-Eso, pero a los políticos ni agua, no tienen palabra, de eso sabes tú mucho ¿o no?
-No te evadas del tema, quedaba poco para terminar cuarto de derecho y me dejas con nuestro proyecto, ese que desde niñas habíamos planeado para reclamar un espacio justo a las mujeres. Te largas con un abogaducho de tres al cuarto que luego entró en un bufete internacional de chiripa y no parabas de aparecer en la prensa rosa. Que si dando meriendas para los desfavorecidos, que si subastas para los huerfanitos, dabas asco con esos aires de burguesa benefactora.
-¿Y tú qué? Mi cuerpo es mío y tan liberal te hiciste que te acostabas con cualquiera que pudiera ofrecerte adoctrinar a mujeres del tercer mundo, explicándoles que sexo sí pero maridos e hijos no. Mejor haberte quedado en casita que casi te ahorcan en Bangladesh por apostasía. ¡Vamos a dejarlo ya, vale! Que no tenemos cuerpo para discusiones.
-Sí, tienes razón, al alterarme me duele mucho más.
-Si te molestan mis visitas, no te cortes en decirlo, somos muchos de familia y mis amigas se sienten en la obligación de entretenerme para que no me aburra, algo que estoy deseando hacer, sinceramente.
-Ya me he fijado que te contemplan mucho, es evidente que te has hecho querer durante estos años, no sólo por la familia, sino por las instituciones, también te he seguido en la prensa rosa, no te creas que me guste leerla, pero siempre he sentido curiosidad por ti, por ver cómo te iba y a quien ayudabas.
-¡Vaya dos! Oye que te parece si enterramos el hacha de guerra y nos volvemos a tratar. Reconozco que te fallé en la facultad, pero perdí el sentido con Fran, me enamoré hasta las trancas.
-¡Vaya lenguaje para toda una dama!
Las dos rieron a la vez como si el tiempo no hubiera pasado, cada una tomó distinto camino en su vida, pero las dos tenían en su código de ADN el ayudar a los demás, si bien lo hicieron de diferente manera, ambas lograron sus propósitos. Tras pasar los médicos e informar a sus pacientes de resultados de las pruebas, quedaron un rato en silencio, descansando, en breves minutos entrarían familiares para ayudar a las enfermas.
Pepa se dio cuenta que Chelo no tenía visitas, no quería comentarlo para no entristecer o molestar a su amiga, así que decidió compartir las suyas que eran más de las que podía soportar en su estado.
-Sara, Andrea, ¿sabéis que mi compañera de habitación es amiga mía de toda la vida? Es una famosa abogada que sale mucho en la tele, ¿no la reconocéis?
Así fue como dos viejas amigas retomaron su amistad, el alta lo recibieron a la vez y se fueron a celebrarlo a una cafetería para resarcirse entre risas del café tan malo del hospital. Chelo, debido a su exclusiva dedicación a causas y organismo feministas a lo largo del mundo, no tenía familia ni amigos con quien compartir ratos de ocio o celebraciones, pero la gran amistad que la unía a Pepa hizo que se involucrara en su vida, que la familia de ella fuera también la suya, porque un día se sintieron hermanas y a pesar de la distancia ese sentimiento perduró siempre.










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