Música en el confinamiento - Dori Terán


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De la serie "Relatos sobre una cuarentena"




Se metía en la cama con auténtico placer. Comprobaba en sus propias carnes aquello que tantas veces había escuchado de boca de su abuela:” ¡Ay mi niña!, no sabes lo que valen algunas cosas hasta que las pierdes”. Y es que cada vez que trabajaba en el turno de noche soñaba despierta con la vuelta a casa, a su habitación, a su lecho. Se acurrucaba entre las sabanas buscando la calidez de su propio abrazo, y así se entregaba a los brazos de Morfeo.
Reparador era el viaje por el mundo fantástico de sus sueños. La mente apagada y el cerebro protagonizando una película en completa libertad. Y cuando más estaba saboreando la correría, inoportunamente y todos los días sin excepción, el sonido grave de una trompeta la devolvía a este mundo en un sobresalto repentino. Cuando conseguía entre el blinco y el atontamiento darse cuenta de donde estaba, se quejaba balbuceando:” Noooo, tengo que dormir”. Carlitos vivía en el piso de abajo y estudiaba solfeo, practicaba sin mucho arte el arrancar notas armónicas al instrumento. Desde el confinamiento, pareciera que Carlitos se hubiese dispuesto a acabar con el virus de marras a golpe de corcheas… y nunca mejor dicho a golpe.
Hoy no soportó más el asunto y bajo las escaleras. Le abrió la puerta la mamá de Carlitos con una tijera en la mano un poco ensangrentada. Aquel recibimiento inesperado calmó su furia, más por susto que por educación. Con explicaciones un poco temblorosas se hizo entender y la señora pidiéndole disculpas, prometiéndole poner remedio, se despidió para volver a seguir la limpieza de la lubina que iba a meter en el horno.
Una respiración profunda de alivio,” la sangre era del pescado, voy a poder dormir, ¡hurra!”
Cuando llegó otra vez el pesado turno de la noche y la deliciosa vuelta al sueño, se las prometía serenas y felices. Pero no, no y no, Carlitos había cambiado la trompeta por el torrente desafinado de su voz al alto la lleva cantando: “La Tierra, la Tierra no tiene ya fronteras….”
Bajaré luego a decirle que, por favor, retome la trompeta.







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