A toque de corneta - Marga Pérez


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De la serie "relatos sobre una cuarentena"

Desde que se declaró el estado de alarma Federico acude puntualmente al cobertizo, que en el fondo del jardín lleno de herramientas, recuerdos y trastos, envejece olvidado por todos.
Acude allí cada día a la una de la tarde, en misión de guerra , como buen soldado . Pone marchas militares en un viejo tocadiscos... Mira fotos de infancia de posguerra… Acaricia una vieja bandera apolillada mientras fantasea con una época en la que está convencido que fue feliz.
Federico acude puntualmente al cobertizo . Sólo sale para comer y vuelve a él hasta que a las ocho el frío le recuerda que no tiene edad para resfriarse y menos con la que está cayendo. Arrastrando los pies regresa al calor del hogar junto a su mujer que dormita frente al televisor tratando de engañar al tiempo,
Tras varias semanas de rutina militar decide dar un paso más en la lucha contra el virus. Es un patriota y se tiene que notar. Sobre el cobertizo hay una terraza que antiguamente se utilizaba para tender la ropa y piensa que allí puede improvisar un mástil para que su amada bandera ondee al viento.
-Desde cualquier casa la verán piensa Federico- Mantendré así alta la moral de mis vecinos.
Si su mujer se entera de todo lo que hizo para colocar la bandera, lo mata... La escalera que utilizó... con carcoma, la terraza... asquerosa , el mástil... oxidado, la bandera… de aquella manera, pero quedó muy bien puesta…
-¡Menuda vista hay desde aquí… ! -pensó, mirando con detenimiento alrededor.
Quedó bobo de la vista que tenían y no disfrutaban, así que al día siguiente rebuscó en busca de los prismáticos y subió armado del artilugio dispuesto a mirar a su antojo.
Desde su atalaya vio el río surcando montes... La carretera vacía ... Los árboles lejanos, movidos por el viento… Llevando los prismáticos de un sitio para otro le pareció ver unos colores, cuanto menos chocantes, que trató de localizar. Quedó petrificado al ver en la terraza de uno de sus vecinos, ondeando, la bandera republicana. Esos eran los colores que de pasada llamaran su atención.
Federico no cayó desplomado porque Dios no lo quiso, se sentía fatal. Cuando se repuso del agravio planeó minuciosamente la estrategia a seguir: De entrada, el mástil tenía que ser el más alto. Cada día izaría la bandera a la una, pondría acordes de marchas militares, bien alto, el acto se merecía esa solemnidad y que todos lo oyeranLuego tenía que arriar la bandera, a las ocho, cuando salían todos a aplaudir, era una buena hora. Lo haría con más marchas militares.
A partir de entonces Federico se las ingenió para subir el tocadiscos . Los altavoces no tenían mucha potencia pero estaba convencido de que la música llegaba a más de medio kilómetro. A la casa donde vivía su vecino republicano. Se cuadraba frente a la bandera, tocaba a diana con un cornetín antediluviano y, mientras la izaba le llenaban de orgullo patriótico, una tras otra, animadas marchas militares. A las ocho arriaba la bandera entre marchas y toque de silencio. Se cuadraba y antes de retirarse observaba con los prismáticos el efecto que habían tenido sus tácticas.
-Sin novedad en el frente - pensaba ante la falta de movimientos de su vecino.
Así estuvo Federico entretenido, ahora subo luego toco, ahora miro luego bajo... varias semanas de encierro.
Los días fueron creciendo. La primavera se hizo más patente y el sol más generoso animó aún más la actividad en el cobertizo.
Un día de auténtico calor, después de izar la bandera, Federico observó con sus prismáticos a una señorita en la terraza de su vecino . Estaba tumbada en el suelo, desnuda, tomando el sol. La bandera tricolor se agitaba sobre ella dándole ahora sol luego viento, ahora sofoco luego sombra… Federico pasó de mirar la bandera para centrarse de lleno en aquel cuerpo… … … … … … ...
Debió de pasar el tiempo entretenido con los prismáticos, el sol, la bandera, la primavera, la corneta, la sombra, el sofoco, el viento … porque si no, no se explica. Ni tan si quiera sintió hambre...
Su mujer lo devolvió de un grito a la realidad: “Federicoooo ¡baja! En la mesa se enfrían las alcachofas “





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