Lo
recordaba con esa impronta que los grandes sucesos graban en nuestra
alma incluso más allá de la consciencia.
Habían transcurrido dos
inciertos años según esa medida del tiempo que los hombres hemos
inventado.
Entre
comparecencias, informes y decretos, un día el gobierno y el
desgobierno anunciaron que comenzaba la salida, ¡escalonada eso
sí!.¡Fin del confinamiento total y absoluto!.
Y allá al norte la hermosa
ciudad Albar aplaudió la tarde de la buena nueva, con las manos
ligeras, con las lágrimas en los ojos, con latidos extras en el
corazón.
Hoy se le
nubla un poco la mente al bucear en los recuerdos, tal vez para
defender así su ánimo y su equilibrio para sentir aún la
alegría, la serenidad y la aceptación ante el cambio que la vida
experimentó en todo el mundo.
María sentía durante el obligado encierro que algo muy grande
se gestaba en la invasión de algo tan pequeño como este virus.
Invisibles ambos
Cada
día ella se acogía a los permisos legales de salida y pasaba más
tiempo en la calle que en el “quédate en casa”.
Tenía todos los permisos y papeletas, su trabajo, su
madre, su perro, el supermercado, la farmacia…
Tenía todos los miedos e incertidumbres, la enfermedad, la
economía…y cómo no!, el dolor del vecino en la UVI, el
sufrimiento del amigo que haciendo mil actividades en su casa se
vuelve loco, no encuentra la paz, le aterroriza el encuentro consigo
mismo al que le obliga la soledad. Y ella en su insolencia le
recomienda desde el expertísimo Facebook donde se plasman las
críticas y soluciones de su innata y egoica sabiduría, que se mire
al espejo de los que mueren, ¡como si eso fuera a devolverle una
imagen real y personal de su zozobra!.
Y mil fantasmas más
pegados a sus guantes, a las caseras mascarillas, a los bulos
inventados, a los que pierden su trabajo y sus ingresos, al insano.
manipulador y cínico poder de los políticos, al sufrimiento y la
muerte.
Suponía
la intención y voluntad de los hombres de bien que la libertad
significaba el fin de todos estas agonías y la vuelta a la vida
anterior. La buena vida.
Quizá nunca habíamos caído en
la cuenta que esa vida no era tan buena.
Nuestra zona de confort se encargaba de tapar con una
amplia oferta de distracciones atrevidas, colándose hasta sin
permiso en nuestra existencia, tantos y tantos vacíos de nuestro
ser.
Hoy
sobre las cenizas de todas esas vivencias, en Albar y como una
alborada en todo el planeta, los hombres de bien pasean sus canas al
aire en zapatillas y corren con sus brazos extendidos y las manos
llenas de dádivas y regalos para compartirlas juntos en el comedor
del campo y en el abrazo, aliviando la necesidad y la soledad de
cualquier persona.
El vecino antipático y chulo,
el emigrante sin papeles, el niño, el anciano….
Y así el ingenio, la creatividad, las ganas…parieron
las formas, los dispositivos, las ideas, las instituciones…Y la
solidaridad llenó el cosmo de soluciones y los corazones de
felicidad porque nada es más gratificante y soberano que el amor
hecho acción.
María
recuerda claramente el proceso de aprendizaje.
Los cambios siempre son
complejos porque nuestra personalidad humana, no quizá desde su
esencia, sino tal vez, desde la manipulación que ha sufrido, suspira
siempre enamorada de la estabilidad inmóvil.
Juntas y
compañeras la sonrisa y la lágrima, el dolor y la paz, la realidad
y los sueños, el sacrificio y la recompensa….toda la dualidad!
Cada
mañana un pasito adelante, una mirada nueva…una humanidad mejor
Así le
palpita a ella el tiempo y la vida.
Alguien
le ha dicho que este virus con corona ha venido para quedarse.
María
sabe que desaparecerá cuando vea cumplida su misión.
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