La hora vespertina era su favorita. Allá en las últimas horas del día, aquellas que en la estación del invierno cedían su luz a la noche, le hacían sentir el cansancio de la actividad diaria. Era dulce, era una sensación de relajo adquirido al quemar la energía explosiva con la que despertaba cada mañana. Y Gloria se entregaba por completo a su persona, a su ser, a su yo. Un baño espumoso y salado envolvía su cuerpo mientras la música suave le transportaba a evocar sueños lúcidos con los que se protegía de lo que parecía cruda realidad. Fueron las notas agudas de la flauta que sonaba en la pieza las que le devolvieron a este mundo. Con sumo cuidado posó los pies en la alfombra del baño, no era la primera vez que por falta de atención en el movimiento, besaba el suelo con un golpe estrepitoso. Mucho se había reído su compañera María de ella con el suceso y la cara hinchada y amoratada que hubo de lucir durante días. Entre carcajada y chanza le recordaba lo exigente que había sido con la arquitectura de la casa al diseñarla y como había pasado por alto el peligro que suponía aquel insigne escalón para entrar y salir a la bañera. La toalla recogiendo la humedad de su torso era un mimo en la piel y el albornoz de tacto aterciopelado una caricia tierna. Encendió el horno con el pez dentro y se sirvió una copa de vino. No entraba en sus planes cotidianos de agasajo personal la ingesta de alcohol. Solía dedicar un tiempo a la meditación. Con los ojos cerrados se conectaba con su interior y en el silencio de su mente, alcanzaba la unión con el Todo. Esta práctica le regalaba tanta paz y entendimiento que la comprensión de la vida y de todo cuanto en ella ocurre le permitía amarla. Pero hoy no, no era capaz de alcanzar ese preestado favorable al encuentro consigo misma. Tenía mucho que pensar Hubo de tomar una opción difícil en su trabajo. Una prueba de la calidad de su amor universal. Allí, en la cama de exploración, la enfermera le había pasado una paciente especial. Especial sí, especial. Se llamaba Laura y todo en ella era singular a los ojos de la doctora. Antes, mucho antes de que Laura apareciese por el hospital ya formaba parte de las pesadillas de su vida. Laura se dedicaba al contrabando de pasiones y estafas. Los avatares de la vida habían puesto en contacto a Laura con el doctor Andrés, el amor de Gloria. Media vida juntos compartiendo alegrías y penas, hijos y economía, amigos, casa y bienes…toda la amalgama de experiencias y vivencias que componen y definen la existencia en nuestro sistema. El amor se había convertido en apego, en necesidad, en dependencia y en los momentos donde se estaban planteando la búsqueda de ayuda para volver al amor desde la libertad, apareció Laura y su tráfico de rituales . Se encaprichó de Andrés y se puso manos a la obra. Amarre es el nombre del trabajo. Gloria supo muchos años después, cuando lloraba la pérdida y el desprecio de Andrés que estos trabajos existen de verdad. La energía que forma y conforma nuestro cuerpo etérico puede ser manipulada para bien o para mal. Para sanarnos o para adueñarse de nuestra voluntad cuando vivimos ausentes de nosotros mismos, de conocernos, de cuidarnos. Y Andrés estaba ofuscado, desequilibrado, angustiado e inquieto en los problemas de relación con Gloria. Al hombre le pareció que Laura le ofrecía un mundo nuevo repleto de la felicidad que le faltaba y que nunca comprendería ni podría darle su cónyuge Y se fue. Sin explicación, con desprecio y atraído como un hierrecito pequeño por un gran imán. Y el mundo se tambaleó y Gloria que no consiguió suicidarse pasó por la vida como un cadáver andante. El camino le dio muchas herramientas no solo para resucitar sino también para comprender, para sanar, para liberarse del dolor, del apego, de la necesidad. Y construyó otra senda para el viaje. Y la gratitud, la alegría, la serenidad, la libertad, el respeto y muchos otros atributos del amor la acompañaron. Y hoy fue la prueba de fuego. Estaba obligada a atender a Laura pero le inquietaba cual iba a ser su actitud al hacerlo. ¿Desde la obligación rencorosa? ¿Tal vez desde la ocasión vengativa? No. El amor cuando se cuida también es adictivo. Miró a Laura, una Laura deteriorada y enferma, una Laura que se había destruido por adicciones tóxicas y había acabado con el cuitado Andrés y solo sintió una pena inmensa ante aquella criatura que había olvidado toda la grandeza y divinidad que se cobija en el alma humana, todo el poder de felicidad. Tomó su mano y le dijo.-“Siento que estés tan mal. Vamos a buscar la ayuda que necesitas, yo me voy a encargar, te lo debo. Cuando yo vivía dormida y despistada, viniste a sacudir todo mi mundo y entre maldiciones y llantos descubrí quien soy y donde quiero ir. Yo nunca hubiera encontrado la luz sino me hubieses traído tu oscuridad. Es hora de que conozcas la luz” Laura sin fuerza cerró los ojos y se dejó llevar. Gloria sonrió al repasar la historia, apuró la copa de vino y lo mismo que el ornitorrinco australiano que tiene costumbres vitales nocturnas, ella se fue rauda a cargar su vitalidad sentándose en la alfombra de meditar mientras vaciaba su pensamiento de cualquier historia.
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