El hombre propone y Dios dispone - Cristina Muñiz Martín





Si algo le gustaba a Román era ver la televisión, actividad a la que dedicaba el día y la noche, robándole incluso horas al sueño. Así que cuando la pantalla se bañó de negro, corrió a comprar una nueva. Al salir del coche, tropezó con una botella y rompió una pierna. Maldiciendo su mala pata, nunca mejor dicho, y en contra de sus planes, ingresó en el hospital. Más siendo como era un hombre muy tacaño, al día siguiente ya había llegado a la conclusión de que había tenido suerte, pues viviría un tiempo gratis, a costa del estado, ahorrándose con ello un buen dinero. El hombre propone y Dios dispone, se dijo a sí mismo sonriendo. Sin embargo, lo que no tuvo en cuenta Román es que el hombre propone y los gerentes de los hospitales y los alcaldes también disponen. Así que, apesadumbrado, vio como a lo largo de los dos meses de hospitalización, sus supuestos ahorros se esfumaban en la máquina de las tarjetas para ver la televisión. Pero fue al ir a recoger su coche al depósito municipal cuando comprobó, estupefacto, que su aventura hospitalaria le había costado el sueldo de seis meses.


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