Reencuentro - Gloria Losada



Nunca pensé volver a verle, pero la vida es así de caprichosa, no hay duda alguna. Le recordé siempre, no con nostalgia ni con pena, más bien como un episodio anecdótico muy agradable, si bien es verdad que no se lo conté jamás a nadie, nadie lo sabía, salvo las cuatro amigas que lo vivieron de cerca.
Ocurrió durante el viaje de fin de carrera. Con el título de periodistas bajo el brazo mis compañeros y yo tomamos rumbo a Grecia. Atenas y la isla de Santorini serían nuestros cuarteles generales; la primera parada fue cultural, la segunda fue un poco más... mundana, podría decirse. La penúltima noche, antes de nuestro regreso, fuimos a cenar a una taberna típica y después continuamos la juerga, un vino de aquí y un vino de allá, casi todos llegamos a un punto en que ya no controlábamos mucho, unos menos que otros y concretamente yo, que no estaba acostumbrada a beber, me encontraba en un estado envolvente de euforia que me hacía sentir como nunca me había sentido, realmente bien.
Cuando le vi estaba apoyado en la barra, controlando al personal. No era un tipo guapo, pero sí tremendamente atractivo y con la mirada más seductora que yo hubiera sentido sobre mi jamás. Porque sí, clavó sus ojos en mi, y me sonrió, y yo me derretí. Arropada por el descaro que me daba el alcohol, no me lo pensé demasiado, me acerqué a él de frente y pasé mi mano por su pecho, enfundado en una suave camiseta blanca. Comenzó a hablarme. Yo, evidentemente, no entendía nada y así se lo dije, es español claro, con lo cual él tampoco me entendió a mi. Pero me besó y entonces no hicieron falta palabras, ni para los besos ni para lo que pasó después en la habitación del hotel. Dormimos poco y disfrutamos mucho y cuando por la mañana se marchó se despidió de mi besándome en los labios y murmurando algo sobre una “wonderfull night”. En inglés la comunicación era medianamente posible.

Hace unos meses, en el periódico en el que trabajo, me encargaron acudir a una rueda de prensa que daba un emergente político griego. Fui de mala gana, no me gustan las ruedas de prensa y menos de políticos, pero aquella mereció la pena. Cuando entró en la sala no podía creer lo que mis ojos veían. Le reconocí enseguida, con unos años y alguna arruga más, con menos pelo, pero con la misma mirada seductora. Reconozco que me puse absurdamente nerviosa. Las preguntas comenzaron, yo hice las que me pareció y al cabo de una hora y media la cosa terminó. Mientras recogía mis cosas no dejé de mirarle. Durante mi turno de preguntas no había dado muestras de conocerme. Pensé que era normal, después de tantos años y una sola noche.... Más cuando pasé por su lado fijó su mirada en mi, me sonrió y murmuró algo sobre una “wonderfull night”. “Do you want another wonferfull night?” le pregunté con un descaro que ni yo misma me creía. Y sí, tuvimos otra noche maravillosa. Después él se fue a arreglar su país y yo me quedé aquí con su bonito recuerdo. Nadie sabe lo que pasó y no lo puedo contar, estoy segura de que siendo él quién es, nadie se lo creería.


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