Cuando era pequeño
me encantaba la Navidad, sobre todo la noche de Reyes. Apenas podía
dormir y cualquier ruido me ponía alerta, pero mis ansias por
ver a aquellos tres personajes quedaban en el olvido cuando por la
mañana me encontraba con todos los regalos. Era un niño y era
feliz. Con el tiempo me convertí en un hombre y las ilusiones se
fueron muriendo. Vinieron los problemas y dejé de pedir cosas a los
reyes. Los últimos años han sido especialmente malos. No voy a
entrar en detalles, pero hubo momentos en que incluso pensé en
quitarme de en medio. Pero todo cambió la noche de reyes. Asomado a
la ventana vi caer una teja. Miré
hacia arriba y los vi. Allí estaban los tres, discutiendo a ver por
qué tenían que entrar por la chimenea y no podían hacerlo por la
puerta. Les había pedido ilusión, salud y felicidad y me las
dejaron envueltas en papel de plata. Mi vida a ha cambiado gracias a
ellos. Los Reyes Magos existen. Aunque nadie lo crea.
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