La lluvia caía con fuerza
esa mañana, hacía un ruido infernal.
Llamaron a la puerta muy temprano, bajé corriendo de la habitación,
era verano y tal como estaba, en camisón, abrí la puerta. Allí estaba Roberto,
el albañil de confianza de la urbanización.
Me pregunto si estaba mi marido. Le dije que no,
que ya había salido para Madrid. Entonces, si te aburres, si necesitas algo de
mí, aquí estoy yo para lo que quieras, dijo apoyándose en la puerta. Hoy no voy
a poder seguir con los tejados
y estoy a tu completa disposición. Ya
sabes
Roberto, ¡vete a la mierda¡
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