Estaba loco y lo
sabía, pero jamás le dio demasiada importancia a ese detalle. “Los
artistas somos un poco locos” se decía a sí mismo. Un día se
propuso hacer una película realista y macabra. No se le ocurría el
título, pero eso era lo de
menos, lo importante era lo que deseaba trasmitir con su obra.
Contactó con actores a los que su proyecto les pareció fantástico
y cuando todo estuvo ultimado los hizo bajar a una
mina
muchos metros bajo el suelo y
comenzaron a rodar. La explosión fue real y el derrumbe también. No
se salvó ni el primero. Él se sintió muy satisfecho. Y aun se
sigue sintiendo, a pesar de llevar varios años encerrado en el
psiquiátrico.
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