Vamos, no seas perezoso - Inmaculada Rodrigo

                                        

Adriana, sentada en el sillón que está al lado de la ventana, frente a la mesa camilla con faldillas de flores, su lugar preferido en la casa, donde ha pasado tardes dichosas leyendo mientras él la observaba tranquilo, mira a través del cristal empañado, frota el cristal con la manga de la bata y ve pasar a la gente camino del trabajo. Siente envidia de ellos.
Vuelve la cabeza, se queda mirando a su perro y reflexiona en lo que se ha convertido su vida.
Adriana se levanta como todos los días temprano. Sabe que necesita salir todos los días a la calle. Le han dicho que es necesario para ella y para él. Necesita cambiar de actividad. Es una forma de liberar energías, salir de la rutina. Se ha hecho viejito.
Venga vamos no seas perezoso. Aunque te cueste, tienes que intentarlo, no puedes seguir así. Vamos, ponte de pie, es por tu bien. Sabes que todo esto lo hago por ti. Otra vez te has meado ¿pero no te das cuenta de la que armas? No sé para que te hablo, si no me entiendes. Bueno por lo menos me desahogo. Si por mi fuera me quedaría en la cama hasta las 11, no te creas que a mí me gusta tenerte que pasear todos los días.
Ya, ya sé que estas viejito y delicado y que si no fuese por las medicinas ya no estarías aquí, pero a mí me pasa lo mismo ¿o es que te piensas que yo soy de piedra?

Cualquier día me lío la manta a la cabeza y hago una locura. S
í, una locura. Esto ya no puede seguir así, me estoy agotando tanto como tú, día a día. Nunca pensé que se establecería esta dependencia absurda que me va minando. Y encima no quieres salir con nadie más que conmigo. Me ha caído buena. ¡Y lo que pesas! siempre tirando de ti y yo ya me canso mucho, tendré que decirle al doctor que me mande algo.
Pon un poco de tu parte, trata de moverte. Si ya sé que tú siempre has sido incondicional para mí pero esto me está costando mucho.
Hoy ha tenido que pasearlo por los soportales. Olía mal, a orines y cacas. Los dueños de los perros los sacan en la mañana y la tarde y en tres días de lluvia no hay quien aguante los olores de la zona. Además dejan todo allí plantado, unos porque no pueden ni agacharse a recogerlas y otros por desidia, el caso es que no hay quien respire en esa zona.
Se pregunta por qué no acaban con ellos de la forma más aséptica posible. Por que se aferran a sus perros cuando ya están sufriendo. Adriana se promete que eso no la va a pasar a ella. Ella decidirá en qué momento se deshace de su perro.
Un día más, en esta triste ciudad, llueve. Hubo un tiempo que mi ciudad me aportaba la seguridad, la alegría, pero ahora todo ha cambiado. Claro que eso hace mucho tiempo. De hoy no pasa. Tengo que solucionar esto.
Adriana, sentada en la cama, mira a sus pies.
Yukan, acércate a la cama cariño, no tengas miedo, está dormido, el amito Félix ya ha dejado de sufrir. Se lo dije muchas veces, yo no permitiré que te deteriores y me deteriores a mí. Me quedan pocos años de vida y los tengo que aprovechar. El no se daba cuenta de nada pero yo estaba cada vez peor, si no hubiese sido por ti, Yukan, por tu compañía y amor no lo hubiese podido resistir.
Ahora ya ves, simplemente aumentándole la dosis se ha ido. Yo espero que no lo note nadie, al fin y al cabo es como si hubiese tenido una confusión con las pastillas. Pero lo mejor es no decir nada. Diré que me lo he encontrado esta mañana así. Porque todavía podemos disfrutar tú y yo mucho de la vida. Pasearemos por el campo y pasaremos días tranquilos ahora que no está.  Es que nos daba mucha guerra ¿verdad? Siempre malito, siempre triste, necesitamos más alegría ¿verdad Yukan?
Está sonando el timbre, no ladres Yukan y pórtate bien que viene el médico y los de la funeraria… a ver si terminan pronto y nos damos una vuelta por los soportales, aunque ¡mira que huele mal!
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