Desde
el día que había comprado la camiseta blanca soñaba todas las
noches con culebras. Después compró unas bragas rosas
y empezó a soñar con tiburones. Cuando compró la falda corta,
empezó a soñar con un hombre alto, rubio y de mirada pícara. Un
día se puso la falda corta, la camiseta blanca y las bragas rosas.
Caminaba despistada y al torcer una esquina chocó con un hombre alto
y rubio que le lanzó una mirada pícara. Llevaba un colgante de
tiburón y una pulsera de culebra. Sorprendida, no consiguió
articular palabra cuando la invitó a tomar algo en la terraza
cercana. Se dejó llevar y poco después una pulsera de culebra
serpenteaba bajo su falda corta y sus bragas rosas,
mientras un tiburón oscilante navegaba en
el mar de sus
pechos
desnudos.
Desde aquel día dejó de soñar para vivir en un sueño.
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